25 de abril de 2011

Solter@s (Vol. IV)

Ana Andújar.

El desgaste físico de una cita desastrosa te hace bajar las defensas, estás expuesto a toda clase de peligros. Uno de ellos, es cuando le cuentas tu terrible noche a una amiga y su forma de compasión es intentar conseguirte otra cita. Creía que el turbador relato de una noche de desenfreno que se convierte en el homenaje a 'Pesadilla en Elm Street' de las ex novias dejaba bastante claro que no tenía ganas de conocer a nadie en este siglo, pero ese argumento no puede detener a una alcahueta de la nueva era.

¿Qué por qué acepté? Eso es lo que me preguntaba mientras me depilaba. Es más, ¿por qué depilarse? En el fondo, tiene un punto de rito de vudú sureño: si no lo haces tienes bastante posibilidades de tener sexo, pero estarás todo el rato pensando en que pinchas como un rastrillo de jardín, y si lo haces, en cierto modo te dices a ti misma que la primera cita es para no ir muy rápido, mejor dormir sola esa noche… pero joder, si surge la oportunidad, que se deslicen por tus piernas como el circuito de Montecarlo.

Los datos obtenidos de mi celestina y el modus operandi de la cita dejaban claro una cosa: menos contenido psicológico, más acción. La operación se orquestaba en dos fases, la primera, nos juntaríamos las chicas a tomar copas y quejarnos de la vida, del trabajo, y de los hombres madreros (especie a extinguir), mientras nos dejábamos el pintalabios en todos los chupitos de esta sucia ciudad. En la segunda, mi amiga haría un par de llamadas con la neurona que le quedara sana y nos reuniríamos con sus compañeros de trabajo en algún lugar ruidoso, donde no se pudiera hablar de ex parejas, política exterior ni becas del Estado.

Supongo que sería demasiado obvio decir que sin saber por qué, te ves haciendo el casting para el Circo del Sol en un Ford Mondeo, probablemente el coche menos sexy que una chica puede soñar. Después de tanto tiempo sonriendo lascivamente cuando me abrían la puerta de un baño público como si fuera la carroza de Lady Di, creo que con los años he entendido que como en la cama, pocos sitios mejores para hacer acrobacias. Sí, el “polvo aquí-te-pillo” se subtitula “te-mato” porque el final puede ser trágico (o le echáis un ojo a 'Very bad things'). De acuerdo, follar de pie es genial, pero requiere tantos factores como posibles caídas estrepitosas: tu chico tiene que ser un poco He-man, la pared sin gotelé, el momento preservativo es una mezcla entre “¿me quedo colgada cual bufanda o me sujeto entre dos repisas cual Spiderman?”, todo por el mal que nos ha hecho Mickey Rourke. Hay otros que prefieren las cocinas, sin saber que Sidelstone no mide las encimeras pensando en los posibles polvos que puedas echar en ellas, así que prepárate para joderte las caderas, mientras con los pulgares de los pies apenas aciertas a llegar al suelo. Y siguiendo la ronda inmobiliaria, una vez me encontré por un loco de los cuartos de baño. Los públicos son muy eróticos, pero había que tener cuidado de dónde apoyarse no coger un tifus. Y en el de su casa, no sé cómo siempre terminaba leyendo los componentes del champú en portugués, porque el tamaño de la bañera sólo daba para un par de sacudidas traseras.

Quizás casi tenía que dar las gracias a que esto fuera un Mondeo y no una C15...

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