19 de abril de 2011

Salón Internacional del Cómic

Ernesto Gomis.

Puede que en los informativos de los últimos días no haya aparecido nada, pero lo cierto es que durante los últimos cuatro días, el palacio 8 de la Fira de Barcelona ha sido escenario de la mayor masacre zombi de los últimos tiempos… y es que la 29º edición del Salón Internacional del Cómic de Barcelona ha sido literalmente tomado por nuestros simpáticos amigos comecerebros.

Enmarcado en dicha estética, aprovechando el tirón comercial que está suponiendo la aparición de todo tipo de libros, cómics, películas y series que refieren esta temática, el Salón se cierra dando la sensación de que parece que el cómic goza de una salud envidiable, si bien, como todos los campos, es víctima de las circunstancias socioeconómicas y además tiene que recurrir a este tipo de artimañas comerciales para atraer a un público mayor y poder gozar así de mayores beneficios y reconocimiento. Así pues, el Salón fue el escenario de una invasión zombi a todos los niveles: exposiciones, maratones, mesas redondas e incluso el paseo constante de tres actores caracterizados como muertos vivientes que aterrorizaban a pequeños y mayores con sus andares erráticos a lo Fraga. Una moda que, si a un servidor se le permite intervenir, ya cansa.

En la crónica del pasado año hablábamos del presente y el futuro del cómic a raíz de dos noticias que se enmarcaban en la edición anterior del Salón, a saber: la creación del Museo del Cómic y la Ilustración de Cataluña en Badalona y la inauguración de la empresa Koomic, la primera tienda de cómic digital en España. Mientras que la inauguración del Museo se ha retrasado a causa de la crisis, la actuación de la segunda no ha comenzado hasta este año debido a retrasos de tipo legal y organizativo (como las asignaciones de ISBN y demás), que han impedido que Koomic haya empezado su actividad con buen pie (lo hará a partir de ahora, justo un año después, crucemos los dedos…).

Y es que, además de los muertos vivientes, el otro gran protagonista del Salón ha sido la omnipresente crisis, mentada entre los presentes como un villano cuyo nombre apenas deba ser pronunciado, que dificulta la apuesta por nuevos valores de la historieta y obliga a las editoriales a apostar por las mismas fórmulas comerciales que sabe que le van a asegurar un éxito de ventas. Lo cierto es que la edición de este año ha destacado por la escasa audiencia presente y la multitud y variedad de gangas y ofertas (más y mucho más baratas que nunca).

Por otra parte, ciñéndonos a lo que nos ocupa, el Salón continuaba con ese marcado carácter de parque temático de cuatro días donde podemos probar las últimas novedades en cuanto a videojuegos (e imitar a Punset jugando a la Nintendo DS o hacer sanamente el capullo con Kinect), gozar de exhibiciones de graffiti, asistir a talleres de aerografía o comic o probar las últimas novedades sobre juegos de mesa.

Su relación más o menos forzada con otros campos, le duela a quien le duela, es lo que permite al Salón ser tan grande y variado. Sigue siendo un espacio interesantísimo para los puristas, pero es evidente que se ve “pervertido” por los que ponen la pasta, los que cortan el bacalao en la actualidad, las dos industrias hermanadas con el cómic, a su pesar: los videojuegos y el cine.

¡Pero tranquilos, puristas y frikis absolutos del cómic! el Salón también presentaba interesantes propuestas, como las diferentes exposiciones de cómic: una con páginas originales de diferentes autores protagonizadas por gatos (aprovechando el tirón de la excelente obra española “Blacksad”), otra sobre la obra original de Tarzán, otra sobre el golpe de estado del 23-F… además de, como no, una exposición con originales de cómics de temática zombi (como, por ejemplo, de la por otra parte magnífica obra de Charlie AdlardLos Muertos Vivientes”).

Destacaría como cada año las clases magistrales de profesionales del sector impartidas por el stand de Escola Joso de Cómic y Artes Visuales, que nos permitieron recibir lecciones de grandísimos profesionales y artistas como Roger Ibáñez (dibujante de “Jazz Maynard”), Jordi Lafebre (uno de los valores españoles en alza en el mercado francobelga de cómic), R. M. Guera (artista serbio de gran recorrido que actualmente trabaja para la serie “Scalped” en la línea Vértigo de la editorial DC), Pasqual Ferry (uno de los pioneros españoles en saltar el charco y trabajar para los americanos), Charlie Adlard (dibujante, como no podía ser de otro modo, de “Los Muertos Vivientes”), Arthur de Pins (uno de los autores franceses más prolíficos de los últimos tiempos), entre otros.

Por otra parte, siempre estaba la oportunidad de conseguir firmas de algunos de nuestros autores de cómic favoritos de todos los lugares del globo (destacaban este año los inmortales Ibáñez, Jan y los dibujantes de la revista "El Jueves", Garth Ennis, Brian Azzarello, Dave Johnson, Charlie Adlard, Guarnido y Díaz Canales, David Rubín, Rubén Pellejero…). Eso sí, dependiendo del autor, conseguir un dibujo suyo (cuando no una simple firma) se convertía en una titánica tarea de héroes.

Y por añadidura, y en vista de cómo están los tiempos, los stands de fanzines, relegados a una esquina oscura y recóndita del Salón, que siempre ofrecen propuestas de mayor o menor calidad pero cuyo motor es la ilusión y las ganas de mostrar trabajos propios.

Como conclusión (no demasiado alejada de la que extraje el año pasado) habría que decir que el Salón atestigua que el cómic goza de una salud envidiable, pero siempre adscrito a otros medios que son los que ponen el dinero para permitir crecer al medio. Por tanto, las preguntas obligatorias serían: ¿es el mejor panorama posible que el cómic necesite de otros medios para poder funcionar e introducirse con éxito en nuestra sociedad como un producto normalizado como pudiera ser un libro o una película (y quitarnos de una vez por todas ese estigma)? ¿O bien necesita irremediablemente otros medios “mecenas” que le permitan vivir a su sombra? Servidor no puede responder a esas preguntas, aunque intuye la respuesta… además está empachado de tanto puñetero zombi.

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