31 de marzo de 2011
¿Somos racistas?
Antonio Soriano.
Quien diga que no es racista o xenófobo, miente. Es una lacra impregnada a lotite en nuestro adn cultural y, por mucho que queramos, no vamos a poder deshacernos de ella. Al menos de momento, al igual que mi diabetes, mientras no interese, seguiré siendo un condenado yonky adicto a la insulina. No interesa no ser racista o xenófobo, si no, no lo seríamos. Utilizamos la diferencia como causa y efecto del éxito de nuestra individualidad, por eso no interesa.
Que nos han robado en casa, seguro que ha sido una banda rumanos. Que nos quitan el trabajo, los ‘machipichus’ están en todos los sitios. Que ya no se ven tantos gatos abandonados por el pueblo, junto al arroz tres delicias en el restaurante chino. Que un mendigo te pide lismona, seguro que se lo quiere gastar en droga. El oro que lleva colgando la gitana de los ajos, fruto de los trapicheos de sus hijos con las drogas, Los ‘moros’ que deambulan por nuestras calles, ¿en que trabajarán? Seguro que planean un atentado. Son algunos de los prejuicios que podemos escuchar en nuestro día a día, y no solo eso, si no que muchas veces, son fruto de nuestros pensamientos, miedos y temores.
El pasado 21 de marzo se celebró el día Internacional de la eliminación de la Discriminación Racial, día en el que unos pagan sus penas al diablo proclamando más tolerancia y otros intentan ser tolerantes. ¿Y el 22 de marzo qué? ¿Ya no se proclama nada? ¿Ya no se intenta nada? Parece ser que con un día ya es suficiente para disminuir el índice de racismo y xenofobia que nos reconocemos.
Marcelo, jugador del Real Madrid, es el último caso dado de racismo y xenofobia en un campo de fútbol. Uno de los recursos más ordinarios que tienen las aficiones de fútbol para intentar reducir el talento y la eficacia de los jugadores rivales. Usan la diferencia con motivo del éxito de su individualidad, en este caso, la misma para toda la afición. ¿O a caso los que no gritan ‘u,u,u’ (imitando a un mono), no quieren que el rival pierda? La ingravidez de la situación les impide gritar por miedo a no tener pudor.
El famoso diseñador gibraltareño, John Galiano, fue acusado de ‘injurias raciales’, al publicarse un video en el que según la edición digital de el diario El País “el exresponsable de los desfiles de moda femenina de la casa francesa Dior, visiblemente ebrio, sentado solo en una mesa, aseguraba en inglés, dirigiéndose a dos chicas y a un chico sentados en una mesa contigua: "Adoro a Hitler... Personas como vosotros estaríais muertos. Vuestros padres y vuestras madres estarían gaseados". Me hubiera gustado saber si Galiano sería del agrado del ex dictador alemán. Quizás Hitler cambiaria su bigote por una perilla bien refinada, o su gorra de militar por una pamela. Su propia diferencia le obliga a buscar su éxito abogando a un ejemplo idealizado en el que todos fueran como él, el sueño del alemán.
En fin, con esto no quiero decir que todos los que asisten a un campo de fútbol utilicen la diferencia racial o cultural para menospreciar al contario diferente, o que no haya que proclamar un día a modo de recordatorio para luchar contra el racismo y la xenofobia, o que todos pensemos que los ciudadanos magrebíes que conviven con nosotros son primos lejanos de ya casi tan famoso como Wally (el protagonista de ‘¿Dónde esta Wally?), Bin Laden. Lo que quiero decir es que el racismo (maltrato a la diferencia racial) y la xenofobia (maltrato cultural y étnico), són solo los ejemplos más radicales por sus repercusiones históricas y como causa vulnerable de los derechos humanos. Podemos hablar de fomento de la interculturalidad como librillo de soluciones, pero la base del problema es que en el día a día utilizamos la diferencia para hacer daño.
Ahí están los casos del gordo, del delgado, del alto y del bajo, del orejudo, del uniceja, del que viste de kike en vez de Nike, del que vive en una chabola, del que su padre es basurero y su madre prostituta, del que no sabe jugar al fútbol y sí hacerle peinados a las muñecas, del gitano que entra a un banco y alguien piensa que lo va a atracar, del que lleva rastas, peinados punks o rizos a los David Bisbal, de las dos amigas que van juntas al cine cogidas de la mano,… Somos perversos desde nuestro origen y nos gusta buscar la diferencia para sentirnos diferentes, únicos e irrepetibles, y cuando el éxito de ello se ve amenazado utilizamos estos pretextos para defendernos. ¿Sómos?
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4 Response to "¿Somos racistas?"
Sí que lo somos, es más, somos asquerosamente racistas,el dinero nos hace serlo un poco más,como bien decía un pasodoble de Carnaval..."desprestigiamos al gitano que vende flores pero los recibimos hasta en palacios si son cantantes o bailaores"...racismo y clasismo, son dos términos muy difíciles de borrar en nuestra sociedad...
Un abrazooo Soriano!!!
Llevas más razón que un Santo, Soriano. Basta la prueba del autobús: el asiento vecino del negro queda demasiadas veces vacío.
A seguir bien!
Claro que llevas razón! He empezado a leer y me he ofendido, porque yo no creo que sea racista... pero sí, a veces he tenido miedo pensando que aquel me iba a atracar, o que aquel otro es mala gente por nacer en este u otro barrio... Lo llevamos dentro, por eso mismo hay que luchar cada vez más para que no existan las fronteras! Nos queda tanto por hacer...
Gran artículo Sori! ;-)
Bueno, Andreu, también se queda vacío el asiento de al lado del skin-head...
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