11 de octubre de 2010
La crisis o la literatura
Ana Costa.
La literatura ni se crea ni se destruye, simplemente se adapta, o al menos eso dicen las estadísticas anuales, que no contemplan variables de tipo cualitativo o innovador, sino meramente económicas. En definitiva, literatura entendida como producto manufacturado que necesita ocupar un mercado, como puro negocio. Así pues, con la que ha caído y está cayendo, parece que la industria está aguantando el chaparrón. Las pequeñas librerías y las no tan pequeñas pero especializadas al fin al cabo (Casa del Libro, Fnac, La Central), siguen siendo los punto de compra de libros preferidos por los lectores españoles, aunque la gran revolución se ha producido en los hipermercados, que suben un 10%.
Por otro lado, canales como la venta de las editoriales por Internet y la venta por correo, por teléfono o a crédito (vamos, el señor que viene a venderte enciclopedias) se desploman hasta alcanzar el 45%.
Ahora bien, al asomarnos a la vitrina de cualquier librería o detenernos en las estanterías de libros que se venden en estas grandes superficies ¿qué encontramos? Desde luego no están las obras de Shakespeare, Dostoievski, Stendhal, Chaucer, Moliere, Milton, Goethe, Whitman, Dickinson, Eliot, Tolstoi, Ibsen, Proust, Joyce, Kafka, Borges, Faulkner, Neruda, Pessoa, Beckett… esos están escondidos y debes solicitarlos al dependiente de turno a quien sonará a chino el autor de 'Dublineses' y al que le da lo mismo vender un clásico que un salchichón. Y si es un resabido, que también los hay, te dirá que lo que ahora se lleva todo el mundo es una novela negra o de aventuras, que cuesta entre 19 y 20 euros, y que te enganchará a la primera.
No nos engañemos. Un editor, si quiere vender libros que es de lo que se trata, no concibe la literatura como una revelación o como un bien cultural, sino como un negocio que busca beneficio lo más rápido posible, ajustándose milimétricamente a la definición dada por Aldai Stevenson quien entiende que un editor es alguien que separa el trigo de la paja y publica la paja. Las librerías se llenan así de vistosos volúmenes colocados estratégicamente para que todos degustemos literatura masticada siempre a precios populares. Los libros de importe elevado simplemente no se venden o lo hacen en proporciones mínimas. Todo ello no quiere decir que toda esa literatura esté vacía o no merezca, todo lo contrario.
En un tiempo en que la crisis no parece dejar títere con cabeza, al mundo literario se le impone un gran reto. Si nos retrotraemos a la crisis financiera de 1929, o lo que es lo mismo, el hundimiento de la bolsa de Nueva York, encontraremos un hermoso ejemplo de renacer artístico: se produjo una renovación de la fotografía, del teatro, del cine, y también, cómo no, de la literatura.
No hace mucho, Vargas Llosa, al ser envestido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Albacete, afirmaba que los momentos de inseguridad o transformación entre dos periodos históricos con grandes convulsiones ideológicas o políticas, han sido los momentos en los que se han generado las mayores audacias creativas y es que siempre hay una sabia voz que recuerda que en situaciones de crisis, sean del tipo que fueren, la creatividad en sentido amplio se pone mucho más de manifiesto, surgiendo obras literarias que establecen cánones nuevos, que si no modifican en su totalidad en fondo y forma las bases estipuladas, sí hacen que se dé un giro inevitable. La historia está inundada de ejemplos: renacimiento, barroco, modernismo, vanguardia no son más que nuevos lenguajes, nuevas formas de decir, de contar, de narrar, de gritar.
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