8 de octubre de 2010

Crítica: Welcome

José Hernández.

Calais, norte de Francia. Un joven iraquí intenta cruzar el Canal de la Mancha para entrar en el Reino Unido, donde le espera la chica de la que está enamorado, pero sus intentos son continuamente abortados por la policía. En su desesperación, se le ocurre que puede intentar pasar a nado, por lo que comenzará a tomar clases en una piscina. Allí trabará amistad con un instructor divorciado y solitario.

Cualquiera que lea el argumento puede hacerse una idea clara de lo que va a ver en esta película francesa. Se trata de la enésima fábula sobre la inmigración del cine europeo, vista desde la óptica liberal biempensante, y confeccionada oportunamente para que el burgués medio se sienta mal por las calamidades que pasan esos muchachos y lo injusta que es la sociedad y qué pena que los burgueses miren para otro lado cuando estos problemas tan graves están alrededor nuestro y no podemos ignorarlos. Esto es, una especie de catarsis fílmica para remover conciencias durante la proyección, y dejarlas contentas y satisfechas por lo que han sufrido y lo que eso dice de ellos a la salida del cine, no vaya a ser que luego en la vida real muevan un dedo por hacer algo en estos asuntos. Y realmente, la película es eso. Sigue los tópicos de este tipo de cine social: unos personajes que se dividen de forma maniquea entre buenos y malos, para que su mensaje quede más claro; una historia confeccionada a la medida del discurso que se quiere transmitir, sin lugar para la sorpresa o la libertad evolutiva, por lo que a veces cae en lo mil veces visto o en alguna incoherencia; y un planteamiento narrativo y visual clásico, sin estridencias, que está pendiente de contar la historia en lugar de en buscar la expresividad formal.

¿Qué eleva a esta película por encima de otras del mismo estilo? Más allá de las actuaciones, uniformemente sobresalientes, cuenta a su favor con dos cosas. En primer lugar, una analogía que recorre todo el filme y que parte de su propio carácter maniqueo para hacer que juegue en su favor: la comparación entre el estado de persecución que viven los ilegales en esa parte de Francia, y la persecución xenófoba a los judíos durante el regimen nazi alemán. Esta comparación, que sólo se comenta de viva voz una vez, y de forma indirecta, planea sobre cada vicisitud de los personajes: el número que les pintan en la mano a los inmigrantes; las tiendas que prohíben la entrada a cierto tipo de personas; el férreo control de la población por parte de las autoridades, hasta el punto de investigar sucesos anecdóticos o hacer registros ilegales; el policía cegado por su odio irracional hacia alguien que no ha cometido ningún delito de importancia; el vecino chivato; la persecución de los ‘colaboradores’... Es una forma valiente, tan excesiva y contundente como un mazazo, de llevar su discurso más allá de lo habitual en este tipo de cintas, de plantear los límites hasta los que estamos dispuestos a llegar para controlar el problema de la inmigración ilegal, y las consecuencias a las que pueden conducir nuestros actos.

El otro aspecto que la eleva por encima de lo normal es su final. Tras un epílogo innecesario, llegamos a una simple imagen, diez segundos en los que el protagonista ve un partido de fútbol. Y con ese simple gesto, se alcanza un momento que incita a más reflexión que toda la película que hemos visto antes. Sin entrar en detalle sobre la escena, se trata de un dardo envenenado dirigido hacia la hipocresía de una sociedad que mira para otro lado cuando le conviene y condena a los que menos tienen por el único motivo de no tener dinero suficiente para pagar lealtades.

Así que, si bien 'Welcome' es cine social sin muchas sorpresas, las que contiene bien merecen un visionado. Cuando menos, es más interesante que cualquier película rodada por Ken Loach en los últimos quince años.

1 Response to "Crítica: Welcome"

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Angie Says....

No he visto la película, pero me han entrado ganas de verla con tu crítica. Por cierto, me recuerda bastante por lo que he leído a 14 Kilómetros de Gerardo Olivares que ha recibido entre otros premios: En la Semana Internacional de Cine de
Valladolid, SEMINCI 2007: Mejor película, Espiga de Oro (en los 52 años de historia del
festival es la primera película española que gana el premio); Mejor fotografía; Mejor
música y 2º Premio del Público. Premio al Mejor Largometraje Iberoamericano de
Ficción, Festival Internacional de Cine de Guadalajara (México) 2008. Os la recomiendo, a mi me gustó mucho.

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