10 de septiembre de 2010

Crítica: Salt

José Hernández.

Las películas que sirven para analizar el estilo de una época no son las obras maestras. Son las cintas del montón, esas que componen el grueso de la producción cinematográfica, y que acabamos viendo en mayor cantidad. Por tanto, si hubiese que definir el cine de acción de los '90, no habría que fijarse en 'Speed', 'Misión imposible', 'El fugitivo' o 'Jungla de cristal: La venganza', sino en 'Reacción en cadena', 'El santo', 'U.S. Marshalls' o 'El pacificador'. Son filmes que nos llamaban mucho la atención cuando éramos adolescentes (o proyecto de), pero que después de verlas con indiferencia las habríamos olvidado de pleno si no fuese porque sufren el síndrome 'Pretty Woman': cada dos o tres meses las echan por la tele.

Pues bien, 'Salt' es exactamente como esas películas. Punto por punto. El problema es que ya no estamos en 1996, así que la cinta llega muy tarde (o muy pronto, en vista del ‘revival’ ochentero que estamos atravesando). Verla es como meterse en un túnel del tiempo hacia una época de ingenuidad y cierta sosería formal en la que la tecnología comenzaba a tenerse en cuenta, pero de forma muy chapucera; en la que todavía se explotaba con demasiada frecuencia la extinta Guerra Fría para buscar villanos; en la que las escenas de acción intentaban atraer al espectador con un ‘money shot’, una imagen ultraespectacular en el trailer, pero todavía se pensaba con demasiada modestia y falta de originalidad para conseguir algo más que una gran explosión por ordenador. Una época, en definitiva, de transición entre 'La jungla de cristal' y 'Matrix'.

Y así llegamos a Salt, un filme cuyo guión parece sacado de una esquina polvorienta y olvidada de un estudio de Hollywood, maquillado con alguna Blackberry para aparentar modernidad y servido como si en su portada no figurase una fecha de hace quince años. Durante su visionado, uno no puede evitar la sensación de que todo está muy desfasado. Los rusos comunistas vuelven a ser los malos; las supercomputadoras necesitan diez minutos de procesamiento (con su barrita de energía) para ejecutar una orden sencilla; las escenas de acción son muy típicas y les falta ambición; y los giros de guión son previsibles porque son los que toda película de los noventa utilizaba. Ya desde su misma concepción argumental huele a formol: otra vez un falso culpable, otra vez un espía con recursos, otra vez una conspiración en las altas esferas... Y todo ello en una trama tan pillada por los pelos e inverosímil, que sonrojaría hasta a Dan Brown (aunque seguro que la firmaría gustoso, viendo que 'Salt' aún está un escalón por encima de lo que suele concebir su atrofiada mente).

Así que, si no hay nada nuevo bajo el sol y no existe el factor de nostalgia, ¿qué motivo hay para ir al cine a verla? Bueno, en primer lugar, yo no recomendaría gastarse dinero en ella. Es la típica película que van a quemar hasta la saciedad en Cuatro o Antena 3, y que acabaremos poniendo de fondo una sobremesa en la que estemos charlando con la familia después de comer. Sin embargo, es una cinta la mar de entretenida durante sus escasos 90 minutos. El tipo de entretenimiento que te distrae durante un rato y vuela de tu mente a mayor velocidad que los títulos de crédito, pero aún así mejor que algunos subproductos que hay ahora en cartelera.
La culpa de que sea tan visible pese a su obvia ranciedad la tienen Angelina Jolie y Phillip Noyce. La primera sigue confirmando que es una todoterreno, y que se desenvuelve con la misma soltura, carisma y capacidad actoral en un drama de época que en un filme que le exige repartir hostias a troche y moche, incluso cuando su titubeante personaje intenta boicotearla en algunos pasajes del filme, como es el caso. Si la acompañas de un reparto solvente que pega como un guante con sus papeles, la cosa mejora. Aunque quizá peguen demasiado, porque viendo los actores que participan, uno ya puede imaginarse perfectamente quién interpreta a quién, aunque te quieran hacer creer lo contrario. Sí, ese es el malo. Siento haberte jodido la película.

Por su parte, Noyce reafirma su buen hacer de artesano tras la cámara, dándole un ritmo frenético y sólido a la cinta que te mantiene interesado en lo que ocurre, pese a sus enormes huecos de guión y sus vueltas de tuerca cada vez más descabelladas y ridículas. El australiano es un valor casi seguro para este tipo de productos: rara vez hace algo memorable, porque no tiene ni sello de identidad ni capacidad innovadora; pero rara vez hace algo que no te apetezca ver por séptima vez si no echan nada mejor por la tele. Y salvar una historia tan machacada y llena de incoherencias hasta hacer una cinta decente no es moco de pavo.

Conclusión: película de tarde de domingo invernal en casa, con el sol dándote de pleno en el sillón, cuando te tragas cualquier cosa que te haga pasar el rato y no te exija pensar. Porque, amigo, como no entres en la película y te pongas a sacarle inconsistencias a su trama, puedes escribir un libro entero.

1 Response to "Crítica: Salt"

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Héctor Rubio Says....

Como me dijo un amigo en twitter refiriéndose a el remake del Equipo A: Es una peli que puedes ver dejando el cerebro en casa.

El principio del entretenimiento lo cumple y... y ya, eso es lo único que tiene, es entretenida.

Como mucho pillarla en el videoclub de la burra pero hay mejores opciones ahora mismo en cartelera.

Un saludo

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