Miguel Á. Gómez / Murcia.

El pasado viernes tuvo lugar el estreno del último y esperado largometraje de Michael Mann: “Enemigos Públicos”.

La película versa sobre el más famoso y buscado atracador de bancos en los años 30 en América, John Dillinger; mundialmente conocido como el enemigo público nº 1, al cual tiene que dar captura el agente del FBI Melvin Purvis.

El director, con cierto aire “documental”; reflejado en los movimientos de cámara (un tanto bruscos en mi opinión) y en el realismo de las escenas, nos traslada física, psicológica y mentalmente a la época de la Gran Depresión y edad de oro del crimen organizado, realizando así una fantástica adaptación de la época, caracterizada ésta tanto por sus costumbres y tradiciones e influencias en las maneras de pensar y actuar que pudieran ejercer los medios de comunicación, como por los sombreros tipo gangster y gabardinas que enfundan los personajes.

La película está marcada por el “careo” interpretativo de dos grandes actores del momento, como son Johnny Depp y Christian Bale; al igual que ya hiciera en “Collateral” con Tom Cruise y Jaime Foxx, y en “Heat” con Al Pacino y Robert de Niro.

Michael Mann, mirando atrás en el tiempo, mantiene el mismo estilo y ritmo que tanto éxito le trajo “Heat”: fugas, atracos, tiroteos, y ese continuo e inagotable enfrentamiento entre ladrón profesional y policía experto que tanto hemos visto en el cine. Sin embargo, cabe decir que “Enemigos Públicos”, a diferencia de aquella excelente obra, te deja con un sentimiento de vacío; una sensación de carencia para ser considerada como una gran película, además de dejar a uno con el interrogante de preguntarse sobre el sentido de aportación de este film.

En un lado y como protagonista, tenemos a John Dillinger; al que da vida un genial y espléndido Johnny Depp, el cual está a la altura o más para todo tipo de representación, algo que ha demostrado a lo largo de su carrera.

Este personaje, es presentado por el director como un “gangster sentimental”, que tiene dos caras: por un lado, la de un carismático y misterioso delincuente, que tanto se burló de la policía con sus fugas y atracos de bancos; y de otro, la de un Dillinger romántico y siempre atento de su amante Billie, interpretada por la actriz francesa y ganadora de un Oscar en “La vida en rosa”, Marion Cotillard, con cierto protagonismo en diferentes etapas de la película.

En el otro lado, tenemos al actor del momento en Hollywood (con permiso entre otros, de Hugh Jackman) Christian Bale, que encarna al agente Melvin Purvis, un policía encargado de dar caza a Dillinger, hasta tal punto que su captura llega a convertirle en su gran obsesión.

Este actor no deja de sorprender, con ese gesto serio y esa mirada fría en sus películas; aunque en este caso parece imprimir a su figura cierta falta de “garra” que cautive al público, debido quizás a la frialdad e inexpresividad del papel y desempeño de su propio personaje.

Entre ambos actores, cabe destacar, junto con la ya citada Marion Cotillard, la actuación de Stephen Graham encarnando a Baby Face Nelson (al que ya vimos en “Snatch”) un psicópata miembro de la banda de Dillinger, que trata de dar un tono humorístico a sus actos, aunque también los mismos puedan despertar otro tipo de sensaciones desde la observación del propio espectador.

En cualquier caso, una entretenida y elaborada película destinada a aquellos que busquen del cine más que un rigor histórico en la sucesión de sus escenas, el objetivo de pasar un buen rato.