17 de agosto de 2009
Aperitivo japonés
Eneas G. Ferri / Alcoy.
Todo rebozadito. Cacahuetes gustositos. Trigo con sabor picante, color verde, marrón. La verdad es que me encanta. Una noche tras una bonita velada discotequera abrimos los amigos una bolsa de las grandes de aperitivo japonés. Que bueno estaba mezclado con el último güisqui. Por eso entre otras cosas me caen bien los japoneses, aunque soy consciente de que el aperitivo tenga de japonés lo que yo de sueco.
Por cierto, que buenos son los japoneses. Como son de divertidos los grupos que vienen a visitarnos. Que si su gorrita, que si su cámara de fotos retratando todo lo que se menee. Da igual que sea algo que desconocen por completo, o lo que es peor, algo que pueden tener en Internet, al detalle y al momento, con información añadida. Pero no, lo fotografían todo. Eso sí, siempre con una perfecta sonrisa. Cara de alegría allá donde van, sin saber por qué, sin conocer el idioma, sin tener ni puñetera idea de los porqués de las cosas que ven, pero alegría. Algunos pensareis que parecen tontos, pero no seáis malpensados.
Otra cosa que me gusta son los programas de pruebas de japoneses. El humor amarillo por ejemplo. Es muy divertido como la gente va a darse mantecados televisados para que el resto del mundo se ría. No como en el Gran Prix, que sólo se dan leches importantes por pueblos, para defender la honra de nuestras tan diferentes tierras. Sólo nos reímos porque nos hace gracia Bertín Osborne o en su día el hombre de la capa, Ramón García. Otra vez los malpensados diréis que los japoneses parecen tontos y los del Prix no. Qué malpensados.
Bueno, a lo que iba. El otro día estaba viendo el Gran Prix y me vi reflejado en esos programas de japos. Y pensé, sin ser malpensado, en como era una imitación barata del humor amarillo y en como otros programas como el guaypaut o ‘los últimos 20 metros’ venían a ser más de lo mismo, reírnos como lo hacíamos de los del país del Sol naciente pero de nosotros mismos, sin acabar de darnos cuenta por muy malpensados que seamos.
Pero además de esto, me sentí agobiado en unas de esas noches, donde no acabé comiendo aperitivo japonés, pero poco me faltó. Coincidieron varias de las habituales amigas con las cámaras de fotos. Sin motivo aparente, sin cumpleaños a celebrar como cada año lo mismo o sin operación estética, bien quirúrgica o bien ‘peluquerúrgica’ por la que la cámara que lo refleje se hace necesaria para enseñarlo a amigos y conocidos, que es otra afición común últimamente. Total, 5 cámaras reflejando cada momento de la noche y yo sin poderme tomar los cubatas tranquilo, por si me fotografiaba con esta o con la otra de morritos y de perfil. Cara de gilipollas en todas ellas. No quiero ser malpensado, pero es que últimamente somos japoneses. Sólo que ellos nos hacen gracia y a nuestro espejo le damos besos. Pero somos la misma cosa, tengamos por aperitivo el japonés o patatas bravas.
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