22 de febrero de 2012

Elogio de la derrota

22 / feb / 2012 - Antonio Andreu (@AntAndreu)

“Yo no juego para demostrar nada a nadie. Juego para Dios y para divertir a la gente”. Su sonrisa lo delata. Esos ojos achinados, estigma de su origen taiwanés, brillan ahora más que nunca. Lo ha logrado: el joven que resolvía problemas económicos en Harvard pone en pie al Madison Square Garden. Y a medio mundo. El sueño americano, incubado en el sofá de su hermano donde dormía, se ha hecho realidad. No sabe cuánto durará, ni le importa. Las canchas de baloncesto ya han gritado Lin.

Su lucidez, tras exhibirse una noche más, es asombrosa y sintetiza un espectáculo que sí sabe lo que se hace: jugar para emocionar es lo único importante en la NBA. El resultado no cuenta en una liga de 82 partidos. Lo fundamental, lo único imprescindible, es lograr que el chico de la tercera fila suelte su ‘hot dog’ por la excitación tras un mate inverosímil. Una canasta que jamás se habría podido sustituir por una simple bandeja. Ellos, los que siempre juegan riendo, no se lo habrían perdonado.

La pelota baja al suelo y se toca con los pies, y yo me pregunto por qué tanto contraste. La realidad se hace cruelmente palpable aquí y ahora. El Sporting deja marchar entre lágrimas a un tipo que ya había perdido muchas cosas antes que su puesto de trabajo -la carretera se llevó al padre y al hijo de Manolo, el cáncer, a su mujer- y ficha a Javier Clemente. Ese hombre de cuerpo menudo trae consigo una calculadora y su eterno eslogan: “Jugar bien nunca me ha importado. Yo quiero ganar. Lo único divertido en el deporte es ganar”. No sé si se salvarán, pero la entrada a El Molinón asegura bostezos y náuseas.

Bilardo debe estar contento, su mensaje también ha calado entre los jóvenes. Mi hermano, adolescente y madridista, me preguntaba extrañado la razón por la que yo festejaba el festival carnavalero del Barça ante el Valencia. “¿Por qué tanta celebración si, al fin y al cabo, seguís estando a diez puntos?”. La respuesta debió dársela Jeremy Lin. O tal vez Sócrates: “No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden”.

El Barcelona perderá está Liga, pero ocupará su lugar en los libros de Historia. Al Madrid sólo se lo reservan los de estadística. Como dijo Valdano, “cuando se juega así, hay permiso para perder”. La derrota es bella en un grupo de futbolistas que serán recordados para siempre, como el gol de Ronaldo en Compostela (¿cuál fue el resultado allí?). Un equipo que trató magistralmente la pelota y que hizo del fútbol esa “recuperación semanal de la infancia”. Jugar para divertirse y divertir, como se jugaba en la favela, el potrero o el callejón, cuando no se contaban los goles.

Permanentemente se cuestiona para qué sirve jugar bien. Sobre esto comenta Valdano: “Resulta tentador contar que un día osaron preguntarle a Borges para qué sirve la poesía y contestó con más preguntas: ¿Para qué sirve un amanecer? ¿Para qué sirven las caricias? ¿Para qué sirve el olor del café? Cada pregunta sonaba como una sentencia: sirve para el placer, para la emoción, para vivir”.

2 Response to "Elogio de la derrota"

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Raúl Masa Says....

Genial texto del señor Andreu. Verdades como puños... En definitiva, que a veces un gran derrota puede ser la mejor de las victorias...

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Anónimo Says....

Porque no tengo sombrero, si no me lo quito. (bueno tampoco hay que menoscabar con el solo hecho estadístico los resultados del equipo de Mourinho. Se puede elogiar, admirar, disfrutar y recordar el juego de los de Pep, pero sin sus títulos, sin sus resultados y sin sus registros de guinness, ese juego de toque, preciso y elegante, dícese por muchos, nacido desde la humildad y el trabajo, no hubiera pasado nunca a los anales del balonpié.

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