28 de febrero de 2012

Don't feed the models

28 / feb / 2012 - Paula Lax (@Adadepaula).

“¡Clic, clic! ¡Smile! ¡Go crazy! ¡Now, hate me!” El que nunca haya estado en una pasarela de moda se sorprendería mucho con el ambiente que las rodea. Para muchos, la moda es una forma de vida, y lo más curioso no se ve sobre el ‘catwalk’, sino en los aledaños que rodean el evento.

'London Fashion Week' es una de las pasarelas más importantes del mundo y una buena excusa para los apasionados del mundillo de vestir sus mejores galas. Celebrada en el majestuoso palacio de Somerset (Somerset House), la semana de la moda atrae cada año a mas de 5.000 personas entre modelos, diseñadores, periodistas, blogueros, ¿y por qué no? Aficionados que no sabemos distinguir el gris marengo del plata. Pero oye, todos tenemos derecho a sentirnos ‘celebrities’ por un día.

La Somerset House se transforma durante dos semanas al año (una por temporada) en un gran expositor de moda callejera mezclada con la de los más grandes diseñadores. Gafas enormes, chaquetas de pelo, hombres vestidos de vaqueros con sandalias más altas de lo que yo me atrevería a llevar, y asiáticas, muchas asiáticas. Pero además, es una gran tienda donde puedes encontrar de todo a precios que a veces parecen nóminas pre-crisis, pero que otras, no tienen nada que envidiar a la famosa tienda de albornoces que Amancio Ortega tenía en Coruña.

Pero además, es un sitio estupendo para disfrutar de un buen vino blanco (español, todo sea dicho), en un ambiente distendido mientras observas sin ningún descaro al personal y calculas cuántos años tendrías que trabajar para poder vestir un modelito de esas características.

Cuando llega la hora del desfile, un estruendo de tacones nerviosos invade el palacio, buscando un buen sitio donde apreciar los diseños que nos volverán locos la próxima temporada. Te sientas, coges tu guía, y esperas pacientemente pensando si en donde has apoyado el trasero estuvo alguna vez el de Kate Moss. Con puntualidad británica, la música empieza a sonar y una voz en off de lo más chic presenta a la estrella de la televisión inglesa, Zoe Hardman. Y así, con chispa de rubia, empieza el show en el que desfilarán cuatro diseñadores.



Los flashes de las cámaras empiezan a funcionar a ritmo del mejor electro de ‘Ministry of Sound’ cuando las modelos empiezan a desfilar. Pero en ese momento todo el glamour se convierte en agonía cuando lo único que te apetece es lanzarles galletas a las modelos. Palidez, delgadez y aspecto enfermizo invade la sala. Sólo falta un cartel que te impida darles algunas patatas fritas de las que llevas en el bolso. ‘Don’t feed the models’, rezaría.

Sin embargo, no a todo el mundo parece importarle, y las asiáticas que me rodean comentan los diseños mientras yo cuento las costillas de la chica que desfila con lo que sería un precioso bikini rojo si alguien lo llenara en una talla 38.

La pasarela es muy rápida, normalmente no llega a diez diseños por marca y el ritmo suele ser muy ágil. Cuando parpadeas por cuarta vez, el desfile ha terminado y te das cuenta del hambre que tienes. Sales, de forma rápida y ordenada, que estás en Reino Unido, y buscas algún sitio que te quite el vacío que sientes a base de calorías. ¡Y lo encuentras! ¡Y se llama Fernández & Wells! El cielo se vuelve a abrir cuando ves a un malagueño cortando jamón de pata negra y sirviendo Rioja. Sin preguntarte cuánto te va a costar la broma, sacas la tarjeta de crédito y pides una copa de vino y un plato de ibérico mientras piensas si alguna de esas modelos habrá sentido tanto placer alguna vez. Entonces, suspiras, admiras el glamour que te rodea y ahogas la pena con un sorbo de tinto.

4 Response to "Don't feed the models"

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Raúl M. Says....

Awiwe de esos !!

Lo cuentas muy bien, pero tiene pinta de que todo sea pura superficialidad... No sé, pero me da que ese mundo se autoinfla para aparentar lo que quiere aparentar...

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Paula Lax Says....

Ana, ¿qué es lo awesome? ¿Que me dejaron entrar con las botas de 10 pounds del Primark y los pantalones de Bershka?

Raúl, lo es, pero a veces se necesita algo de frivolidad.

Gracias, Yayo. :-)

Paula.

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