16 de enero de 2012
Lo onírico de la realidad
16/ ene / 2012 - Eneas G. Ferri.
Hace unos días andaba por Alicante. De momento escuché ese estruendo de un motor y pasó por mi lado un Lamborghini, o un algo parecido al coche de Batman. Era también negro. Lo primero que pensé es dónde coño estaba la tan manida crisis cuando alguien viaja en tales lujos. Y no quedó ahí la cosa.
Me dio por abrir los ojos y observar con detenimiento cada uno de los coches de la habitual circulación. Mercedes, Audis, Bemeúves, algún que otro Jaguar, otros tantos todoterreno de alta gama. Cavilé algunos cálculos y no me salieron las cuentas. Sería la zona, sería mi subjetividad de observación, pero eran muchos en tan poco tiempo.
Me acosté esa noche con el runrún de la cantidad de coches de lujo que había visto mezclado con la noticia de aquel mendigo que murió congelado, pese a que los servicios sociales le insistían en que durmiera a refugio. Salió un cura en declaraciones afirmando que el malogrado “decía que la calle era su casa y que allí moriría”. Se notaba en el clérigo un fondo de alegría, de pensar que el mendigo hizo lo que quiso hasta su última consecuencia, lejos del habitual “irá al infierno por no hacer caso de los emisarios de Dios”, que sería lo normal.
Esa noche soñé que al despertar estaba forrado. Entraba al garaje de un amplio chalet y tenía varios coches de lujo para elegir. No estaba el Lamborghini. Tenía dudas para elegir y, pensando, bajaba la mirada y me encontraba vestido como un harapiento, probablemente como el señor que falleció en su banco del parque. Muy mala sensación.
Las noticias de la mañana siguiente eran parecidas a las de cada día. Que si la prima de riesgo (que ya es hermana de todos), que si los recortes, que si en nuevo gobierno, que si el anterior. La tijera llega a los impuestos y a los funcionarios. “Ahora sí, cuando tocas el pan de cada día de las personas, es cuando van a saltar”, dijo un compañero en la redacción. ¿Verdaderamente, en España, se levantará la sociedad más allá de lo que intentó el ya olvidado 15-M?
Desde entonces, intento fijarme en los coches más destartalados, en los mendigos de los parques y en las noticias de millonarios que gastan su dinero en grandes lujos, a ver si, al hacer lo contrario de aquel día, se me va la mala sensación. Pero que va, no hay manera. Debe ser distinto el camino de la realidad a lo onírico que al revés, como cuando teníamos el sueño de viajar todos el Lamborghini, hace unos años, y nos despertamos de frío.
Hace unos días andaba por Alicante. De momento escuché ese estruendo de un motor y pasó por mi lado un Lamborghini, o un algo parecido al coche de Batman. Era también negro. Lo primero que pensé es dónde coño estaba la tan manida crisis cuando alguien viaja en tales lujos. Y no quedó ahí la cosa.
Me dio por abrir los ojos y observar con detenimiento cada uno de los coches de la habitual circulación. Mercedes, Audis, Bemeúves, algún que otro Jaguar, otros tantos todoterreno de alta gama. Cavilé algunos cálculos y no me salieron las cuentas. Sería la zona, sería mi subjetividad de observación, pero eran muchos en tan poco tiempo.
Me acosté esa noche con el runrún de la cantidad de coches de lujo que había visto mezclado con la noticia de aquel mendigo que murió congelado, pese a que los servicios sociales le insistían en que durmiera a refugio. Salió un cura en declaraciones afirmando que el malogrado “decía que la calle era su casa y que allí moriría”. Se notaba en el clérigo un fondo de alegría, de pensar que el mendigo hizo lo que quiso hasta su última consecuencia, lejos del habitual “irá al infierno por no hacer caso de los emisarios de Dios”, que sería lo normal.
Esa noche soñé que al despertar estaba forrado. Entraba al garaje de un amplio chalet y tenía varios coches de lujo para elegir. No estaba el Lamborghini. Tenía dudas para elegir y, pensando, bajaba la mirada y me encontraba vestido como un harapiento, probablemente como el señor que falleció en su banco del parque. Muy mala sensación.
Las noticias de la mañana siguiente eran parecidas a las de cada día. Que si la prima de riesgo (que ya es hermana de todos), que si los recortes, que si en nuevo gobierno, que si el anterior. La tijera llega a los impuestos y a los funcionarios. “Ahora sí, cuando tocas el pan de cada día de las personas, es cuando van a saltar”, dijo un compañero en la redacción. ¿Verdaderamente, en España, se levantará la sociedad más allá de lo que intentó el ya olvidado 15-M?
Desde entonces, intento fijarme en los coches más destartalados, en los mendigos de los parques y en las noticias de millonarios que gastan su dinero en grandes lujos, a ver si, al hacer lo contrario de aquel día, se me va la mala sensación. Pero que va, no hay manera. Debe ser distinto el camino de la realidad a lo onírico que al revés, como cuando teníamos el sueño de viajar todos el Lamborghini, hace unos años, y nos despertamos de frío.
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