30 de diciembre de 2011
Rubalcaba, un mal invierno
30 / dic /2011 - Raúl Masa.
Las palabras, en forma de retórica y oratoria, se pueden transformar de tal manera que la derrota más abultada del partido socialista en la vida democrática de este país, se quiera transformar en un impulso nuevo del progresismo socialdemócrata del siglo XXI. Así al menos lo ve Alfredo Pérez Rubalcaba, gran derrotado de las pasadas elecciones generales del 20 de noviembre.
En la sede de UGT, como si los sindicatos tuvieran algún tipo de peso social en los días que corren, Rubalcaba se plantó ante militantes y seguidores, y dijo muchas cosas. Cosas, porque nada de lo que diga puede ser tomado en cuenta si no pone sobre la mesa la perspectiva real de lo que ha sucedido.
Yo soy el cambio. Lo dice alguien que roza los 60 años y que lleva en la política activa desde los años 80’, siendo partícipe de distintos gobiernos. Ejecutivos, que por cierto, muchos de ellos han cometido errores de bulto, han faltado a la responsabilidad social, y demás cuestiones dignas de ser analizadas por los libros de historia.
Rubalcaba se vende como la primavera. Una estación es que todo renace, las flores, los olores que emergen del campo… Pero no, el autoproclamado líder socialista no es la primavera, ni siquiera el otoño que se marchita. Rubalcaba es el invierno, el invierno más cerrado que exista. Es la misma persona que sigue sin haber reconocido la derrota y exporta responsabilidades hacia la crisis y varios cuentos más de invierno.
La misma persona que hace uno meses abortó en confabulación con otros cuentos un proceso de primarias en el PSOE y que ahora habla de pureza y transparencia absoluta. La persona que ha llevado al partido socialista al pero resultado electoral de su historia.
Desde Génova deben estarse frotando los ojos. Si Rubalcaba es el cambio, la nueva esperanza, el gran adalid que debe unir es pensamiento socialdemócrata, pueden ir deshaciendo las maletas en la Moncloa, que la estancia se prevé larga, muy larga.
Las palabras, en forma de retórica y oratoria, se pueden transformar de tal manera que la derrota más abultada del partido socialista en la vida democrática de este país, se quiera transformar en un impulso nuevo del progresismo socialdemócrata del siglo XXI. Así al menos lo ve Alfredo Pérez Rubalcaba, gran derrotado de las pasadas elecciones generales del 20 de noviembre.
En la sede de UGT, como si los sindicatos tuvieran algún tipo de peso social en los días que corren, Rubalcaba se plantó ante militantes y seguidores, y dijo muchas cosas. Cosas, porque nada de lo que diga puede ser tomado en cuenta si no pone sobre la mesa la perspectiva real de lo que ha sucedido.
Yo soy el cambio. Lo dice alguien que roza los 60 años y que lleva en la política activa desde los años 80’, siendo partícipe de distintos gobiernos. Ejecutivos, que por cierto, muchos de ellos han cometido errores de bulto, han faltado a la responsabilidad social, y demás cuestiones dignas de ser analizadas por los libros de historia.
Rubalcaba se vende como la primavera. Una estación es que todo renace, las flores, los olores que emergen del campo… Pero no, el autoproclamado líder socialista no es la primavera, ni siquiera el otoño que se marchita. Rubalcaba es el invierno, el invierno más cerrado que exista. Es la misma persona que sigue sin haber reconocido la derrota y exporta responsabilidades hacia la crisis y varios cuentos más de invierno.
La misma persona que hace uno meses abortó en confabulación con otros cuentos un proceso de primarias en el PSOE y que ahora habla de pureza y transparencia absoluta. La persona que ha llevado al partido socialista al pero resultado electoral de su historia.
Desde Génova deben estarse frotando los ojos. Si Rubalcaba es el cambio, la nueva esperanza, el gran adalid que debe unir es pensamiento socialdemócrata, pueden ir deshaciendo las maletas en la Moncloa, que la estancia se prevé larga, muy larga.
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