1 de julio de 2010

Guadalupe, esencia de Extremadura

Raúl Masa / Madrid.

Después de un tiempo en el que los viajes de SHDC han estado aparcados; con el verano, el calor y el bueno tiempo ha llegado la hora de volver a hacer la maleta, cargarse las pilas y ver esos lugares de España y todo el mundo que merecen la pena.

Es hora de volver a coger la tarjeta de memoria, ajustar el zoom y repasar aquel curso de fotografía digital que hicimos por correspondencia. Ropa cómoda, y sobre todo muchas ganas de conocer lugares nuevos, es lo que necesita un turista de clase media. Una cartera llena si tus destinos son sitios a los va Fernando Alonso a hacer trompos, pero como aquí tenemos la billetera más bien tiritando, lo mejor será adentrarnos en lugares más terrenales, empezamos:

El camino lo empezamos en la lejana “tierra sin pan” que representa en muchas ocasiones Extremadura. Vamos a visitar Guadalupe.

Situada al sureste de la provincia de Cáceres, sobre la falda sur de la Sierra de Altamira y en las estribaciones de las Villuercas, la zona disfruta de un clima templado a lo largo de todo el año, lo que propicia una gran variedad de árboles frutales, grandes pinares y castañares, que configuran un hermoso paraje, sobre todo en la época veraniega, sin duda la mejor para realizar una visita.

Lo cierto es que el visitante que vaya a Guadalupe no debe esperar grandes monumentos o impresionantes construcciones. Es más, se trata de un lugar que en un día puede visitarse. Lo ideal para aquellos viajeros que prefieren hacer diversas rutas por algunos lugares y visitar cada día una ciudad nueva.

Pese a que Extremadura todavía no está sabiendo realizar una explotación turística acertada, exceptuando la zona del norte de Cáceres, una posible ruta de esto que damos en llamar “turismo de carretera” por lo antes mencionado de hacer una pernoctación en cada localidad, sería una ruta que se inicia en Guadalupe y que puede seguir por Trujillo, Cáceres (la capital) y Plasencia, pasando por el Parque Natural de Monfragüe.

Pero volviendo a ese inicio de la ruta, y lugar que hoy nos ocupa, de Guadalupe hay que destacar por encima de todo y siendo de capital importancia para la economía de la ciudad, su Monasterio.

El Monasterio es uno de los santuarios más importantes de España y constituye un verdadero foco de la espiritualidad mariana de todo el mundo. Su historia está íntimamente ligada al hallazgo de la imagen de la Virgen de Guadalupe en el s. XIII, la cual da nombre y origen al pueblo que, paulatinamente, se fue formando en torno a la iglesia que se levantó en su honor. La imagen es de madera de cedro, por eso su tez morena, se proclamó patrona de la región extremeña en 1906 y coronada canónicamente el 12 de octubre de 1928, por el Cardenal Primado de España, Pedro Segura Sáez. Ese día, 12 de octubre, el rey Alfonso XIII presente en dicha coronación le otorgó el titulo de "Hispaniarvm Regina", esto es, Reina de la Hispanidad siendo así también la madre de América.

Fue el rey Alfonso XI, quien ordenó ampliar la primera ermita, concediendo grandes privilegios a la iglesia y a los moradores del lugar.

En el Monasterio predomina el estilo mudéjar, aunque tiene importantes elementos góticos, renacentistas y barrocos. El gótico aparece ya en la iglesia de Alfonso XI, comenzada a construir en el siglo XIV, con su fastuosa fachada con puertas de bronce repujado. En el interior destacan la reja de la capilla mayor, del s. XVII, los lienzos de Vicente Carducho y Eugenio Caxé, la sillería del coro, de estilo barroco y del s. XVIII, y la capilla de Santa Ana, con el magnífico sepulcro de los Velascos. En la antesacristía hay importantes pinturas de Carreño, y en la sacristía puede admirarse la extraordinaria colección de ocho espléndidos Zurbarán, que se completa con otras pinturas suyas existentes en la capilla de San Jerónimo.

Pese a que todo el conjunto arquitectónico y artístico es esencialmente bello, hay una pieza que destaca por encima de todas, se trata del claustro mudéjar, el patio con sus naranjos y, en el centro, un extraordinario templete gótico-mudéjar de comienzos del siglo XV. Igualmente sucede con sus rincones sorprendentes, como el sepulcro del padre Illescas, la glorieta del laboratorio o la escalera plateresca.

Una vez acabada la imprescindible visita al Monasterio y la Iglesia, lo cierto es que tan sólo nos queda pasear por sus pequeñas e intrincadas calles y degustar algo de la gastronomía local, destacando las famosas morcillas de Guadalupe que dejarán en el paladar el visitante un picor que sólo podrá ser apagado por una refrescante cañita que uno puede tomar a los pies del Monasterio.

Hasta aquí nuestra paseo por uno esos lugares llamados de poder y que pese a la sencillez de sus formas y gentes no deja de ser una visita de obligado cumplimiento en una región humilde casi a la fuerza.

1 Response to "Guadalupe, esencia de Extremadura"

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Héctor Rubio Says....

Muy buen artículo sí señor de una tierra que la tengo mucho cariño.

Del Parque de Monfragüe, sus leyendas y su Salto del Gitano se podría escribir mucho. Y qué decir de Trujillo!!! A parte de todo el barrio medieval, el maravilloso castillo y las casas señoriales recomiendo a todo el mundo las fiestas del "Chíviri", el último domingo de la Semana Santa, son impresionantes!!!

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