24 de julio de 2010
Ale, ale!!!
José Rios.
Tarde de julio de cualquiera de los últimos 25 años.
Hora: 16:00
Estado: Latente semiinconsciente.
Informe: Mi estómago centrifuga un plato de macarrones, queso y postre.
La sangre hace rato que ha abandonado mi cabeza y me impide sostener los párpados abiertos, estoy casi rendido, al borde de entregarme a la siesta, se huele a cadáver y soy yo. Sin embargo tras un leve cabeceo, siento un impulso irracional y antiguo que me hace salir del letargo y entregarme a seguir a unos tipos embutidos en maillots que bajo 35 ºC se agarran al asfalto, doblan una curva y empiezan a subir. Babean, sufren, beben, meten plato pequeño y siguen subiendo.
Desde niño jugué a las chapas con las caras de los ciclistas en un circuito pintado en el suelo con tiza. Arroyo, Cabestany, Chozas, Fabio Parra o Álvaro Pino estuvieron en mis manos disputando etapas a los Lemmond, Fignon, Mottet, Millar, Caritoux, etc... Ví con mi hermano y mi padre como Perico nos arrebató horas de sueño hasta entonces irrenunciables, admiré sus demarrajes eléctricos y engañosos, su cinta en el pelo, su forma tan “humana” de perder un Tour (despistándose en la salida de una crono para salir con ¡más de 2 minutos de retraso!) sus duelos con Roche, Breukink o Lucho Herrera… Así cada tarde de julio la televisión fue durante unas horas una ventana hacia la épica en mayúsculas. Aprendí a decir Tourmalet, Madelaine, Luz Ardiden, Alpe d'Huez o la Croix de Fer sin que se me trabara la lengua.
Después vendría la leyenda de Induráin y sus 5 tours, pero el virus de la afición ya estaba inoculado. Además siempre me sentí más cercano de los hombres que los dioses.
Ya sé que muchos piensan que las epopeyas en el deporte quedaron reducidas a cenizas desde el momento en el que éste se convirtió en un negocio, conozco también la cantinela del dopaje (que lo hay, y mucho) y sus nefastas consecuencias, entiendo que el famoso “pinganillo”, que conecta al ciclista con su director, ha eliminado la improvisación y la raza, que priman las calculadoras más que los impulsos que bla, bla bla… pero soy un poco iluso, que le voy a hacer, me niego a aceptar que haya ganado lo extradeportivo y que debajo de tanto esfuerzo, de tanto cambiar de piñón, de abrir la boca y buscar oxígeno donde no lo hay, no queda un sólo renglón de la historia reservado para relatar hazañas deportivas; que quieren que les diga, para mí el solomillo sigue siendo más importante que la guarnición.
Por eso esta tarde mantendré el rito de bajar la persiana, tumbarme y vencer el sueño esperando que Contador, Samuel Sánchez, Luis León o cualquier español vuelva a hacernos soñar en la crono.
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