1 de junio de 2010

Crítica: La fiera de mi niña

Rafael Bargiela / Madrid.

Un paleontólogo tímido y despistado está a punto de acabar uno de sus mayores proyectos, la reconstrucción del esqueleto de un brontosaurio, ayudado por su futura esposa, la cual pretende convertir su matrimonio en una seria dedicación al trabajo, sin perder el tiempo en otros compromisos matrimoniales más típicos. Durante una reunión con el futuro mecenas del museo, conoce casualmente a una joven intrépida y adinerada, que se encapricha por él, de forma que acaba metiéndolo poco a poco en un lío tras otro, entre los que entra ayudarla a cuidar del leopardo que le ha mandado su hermano, llamado "Baby".

Cary Grant, uno de los más míticos galanes del cine clásico, siempre ha destacado en el género de la comedia de forma extraordinaria. Su desternillante interpretación en 'Arsénico por compasión', o las expresiones faciales en determinadas escenas de 'Con la muerte en los talones' (como cuando baja la colina conduciendo drogado) son solo algunas muestras que nos ha dejado de su talento. En esta ocasión, nos presenta a un humilde y tímido científico, fácil de convencer y de meter en líos, el cual solo intenta llevar a cabo sus pequeños objetivos para alcanzar la estabilidad. Sin embargo, el excelente guión de la película no le da ni un minuto de respiro, dando lugar a un continuo despliegue de expresiones de sorpresa y sobresalto que mantienen la sonrisa del espectador en apogeo.

El acompañamiento perfecto lo proporciona una joven y bellísima Katherine Hepburn, en este caso una niña rica adinerada, que comienza a relacionarse con nuestro protagonista por tropiezo, y acaba engatusándolo por capricho en las más delirantes historias. Una representación espléndida de la mujer inocente y pícara, seductora por sonrisa, capaz, como se ve en la película, de llevar al hombre más cuerdo hasta la locura.

Y con todos estos ingredientes, podemos estar seguros de que con un cocinero como Howard Hawks el menú nos va a resultar delicioso. El guión no deja de brillar con exquisitas frases y elegante humor, envuelto todo en situaciones que parten de lo cotidiano, pero que hacen de él como si un día cualquiera de alquien de lo más normal pudiera ser una aventura a la altura de 'Ulises'.

Un clásico de esos que no mueren nunca.

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