Alex Boubeta / Cangas.

Joan Laporta va a terminar sus días en el Barça dando guerra. El próximo 13 de junio son las elecciones en Can Barça que van a marcar el fin del mandato de Laporta. Ya tiene designado a un candidato continuista, Jaume Ferrer, y se está dedicando a defenderle en sus últimos días como presidente. Aún no le he visto la cara a Jaume Ferrer, la que veo constantemente es la de Laporta. Parece que es él quien se va a presentar a las elecciones.

En los últimos días sale a un acto diario en el que se entromete en las elecciones. Porque no es neutral aunque debería serlo. Y su obsesión está clara: que Sandro Rosell no sea presidente del Barça. Así que día tras día lo ataca. Éste se defiende como puede. Dos personas que llegaron al Barça en 2003 juntas y que protagonizaron felices momentos al principio son ahora el perro y el gato. Laporta y Rosell. Pero, en contra de lo que dice la apariencia, Laporta no se va a presentar a las elecciones, lo hará por él Jaume Ferrer.

Así que se acaba el mandato de Laporta: unos lo consideran el mejor momento de la historia del Barça, otros un momento triste de politiqueos y episodios bochornosos. Es que, eso es indiscutible, es el mejor momento deportivo del Barça en cuanto a títulos. Primero Rijkaard y después Guardiola lograron ascender al cielo europeo, algo que el Barça sólo había conseguido una vez. Fue, además, el único equipo que lo ganó todo en un año, el 2009. También tuvo dos años sin títulos que a punto estuvieron de privarle de la presidencia con aquella moción de censura.

Pero cabría preguntarse cuál es el papel de Laporta en estos triunfos: ¿fichar a determinados jugadores?, ¿fichar al entrenador?, ¿acoger un modelo basado en la cantera? Los dos primeros son indiscutibles pero de peso reducido si tenemos en cuenta la cuantía de los títulos, el tercero discutible porque quizás la máxima responsabilidad de la irrupción de los jugadores de La Masía la tiene la parte deportiva. Xavi y Puyol estaban cuando llegó. A Messi, Iniesta y Valdés fue Rijkaard quien le dio la oportunidad. A Piqué, Busquets y Pedro los descubrió Guardiola. Si el entrenador no confía en la cantera, poco puede hacer el presidente.

Hablemos ahora de los actos de Laporta que han perjudicado a la imagen del club. Ya he dicho en alguna ocasión que creo que los medios de Madrid critican excesivamente el carácter nacionalista catalán de Laporta porque son muy centralistas. Así lo creo. Pero, al margen de eso, protagonizó episodios indignos de un presidente del Barça: desnudarse en un aerpuerto, contratar espías para algunos directivos por si pensaban presentarse a las elecciones, enfrentarse a un presidente de Extremadura, dirigirse con malos modos hacia la prensa de Madrid (aunque no le faltase razón), un discurso ofensivo hacia Madrid... En este sentido, durante su mandato ha perjudicado a la imagen del Barça. Eso es innegable, al igual que sus títulos.

La ponderación de responsabilidades en estas dos realidades opuestas marca la nota que cada cual le quiera poner a Laporta. Nos deja grandes expresiones como aquel "al loro, que no estamos tan mal", "la caverna mediática españolista" o "tritanquilo". Así es Joan Laporta, adorado por algunos y repudiado por otros.