6 de mayo de 2010

Crítica: Ciudad de vida y muerte

Rafael Bargiela / Madrid.

Basada en la masacre del ejercito Japones sobre sobre la ciudad china de Nanking, capital del país hasta ese momento, la historia pasa por diferentes personajes, de ambos bandos, como un sargento japones arrepentido de sus actos, un malvado oficial, o el ayudante chino de un empresario alemán, y su familia.

Durante el periodo que consolidó la soberanía nazi en Alemania, y después la segunda guerra mundial, tuvo lugar la segunda guerra entre China y Japón. El ejercito imperial japones, tras tomar Shangai, se dirigieron hacia Nanking, que fue tomada el 13 de Diciembre de 1937. A partir de ahí, con la excusa de eliminar a los soldados chinos que todavía quedaban en la ciudad, abandonados por sus oficiales antes del asedio, los soldados japones iniciaron una purga que culminó una gran serie de atrocidades que causaron, según se dice, unas trescientas mil muertes, civiles y militares.

Esto, además, supone un gran conflicto político entre ambos países, no consiguiendo ponerse de acuerdo sobre lo sucedido en Nanking.

La película es, directamente y sin rodeos, una mezcla oriental de 'La lista de Schindler' y 'Salvar al soldado Ryan'. Bajo este alto calificativo se muestra una historia dura y cruel, llena de escenas de gran explicitud, alcanzando un gran impacto visual, difícil de olvidar.

Todo ello se ve acentuado por un triste y cenizo blanco y negro, que esconde la sangre y pero resalta la lágrima, y una maravillosa dirección, de planos francamente estremecedores. El director juega con primeros planos secos y desgarradores, combinados con otros donde juega con los fondos, consiguiendo una ambientación y puesta en escena equiparables a otras obras maestras del género.

La cortina sobre tonalidades grises hace difícil ver cualquier muestra de sangre, la cual es derramada por nuestra propia suposición, dejando que el golpe se produzca por el tremendo contenido psicológico y moral de las imágenes, siendo el gris el perfecto acompañante para semejante tristeza.

El cine bélico ha encontrado en esta película un nuevo punto y aparte. Sin ataduras ni censuras, una obra sincera y cautivadora.

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