5 de abril de 2010
Crítica: Furia de titanes
José Hernández / Murcia.
Los rizos de Harry Hamlin y el entrañable búho mecánico de 'Furia de Titanes' son visiones que están indefectiblemente asociadas a tardes de domingo y bocadillos de Nocilla. Y es que en los ochenta era una de esas películas que ponían por la tele a todas horas. El film tiene ese encanto aventurero y ligeramente casposo de la buena serie B, aunque desde luego no sea ni mucho menos una genialidad. Por eso, en principio era una candidata perfecta para un remake. Había margen de sobra para mejorar el guión, la dirección y las actuaciones, y por supuesto para hacerla más espectacular.
El problema es que el remake ha caído en manos de la trituradora de Hollywood, esa maquinaria industrializada que parece diseñar sus películas con un ordenador sin alma. El resultado es una película tópica y rutinaria que sí, tiene momentos espectaculares como la lucha contra los escorpiones o el ataque del Kraken, pero están inmersos en la mediocridad y por tanto ni siquiera resultan muy efectivos.
Sería un error echarle la culpa de todo al francés Louis Leterrier. A su favor hay que decir que sabe dirigir las escenas de acción, y que ha tomado ciertas decisiones estéticas acertadas: la plasmación del Olimpo como una sala en la que los dioses caminan sobre el mundo es ingeniosa, y el diseño de criaturas como Caronte o el Kraken es magnífico. Pero el guión no le acompaña, y su poca pericia para levantar las escenas de transición hace que el film carezca de ese tono de aventura y asombro que poseía la original.
Sin embargo, el verdadero problema está en el guión. Más o menos sigue con fidelidad la estructura de la película original, pero sus cambios son siempre a peor. El ejemplo más claro está en el desencadenante de la trama. En la cinta antigua era una disputa entre dioses, con los humanos como motivo de celos e instrumento de venganza. Había dos bandos, y cada uno intervenía en favor del suyo. En cambio, en el remake todo comienza porque la gente de Argos ha dejado de adorar a los dioses, y éstos necesitan de las oraciones humanas para sobrevivir, por lo que deciden castigarles asolando la ciudad.
Enumeremos la serie de inconsistencias de este planteamiento. En primer lugar, ¿a quién se le ocurre desafiar a los dioses, cuando éstos se aparecen con frecuencia entre la población y usan abiertamente sus poderes destructores? Luego no puede uno ir quejándose de que le quieran matar. Pero es que además, la gente sigue creyendo en la existencia de los dioses aunque no les recen, por lo que no se puede decir que este tema abra un debate sobre el ateísmo y la fe. Luego tenemos la incoherencia de que los dioses sean los creadores del hombre, pero dependan de sus rezos para subsistir. ¿Qué hacían entonces cuando ellos no existían? Además, ¿qué sentido tiene que quieran acabar con ellos ahora que no les rezan, si eso no les va a hacer más fuertes? Muertos o ateos, en ambos casos les dejan de orar. Tampoco tiene sentido alguno que Zeus ayude a Perseo en su aventura, habida cuenta de que es él el que desea la destrucción de Argos. Ni la lucha entre Hades y Zeus, que se sostiene en que éste último se alimenta del amor de los humanos mientras que el dios del Averno se nutre del miedo y el dolor. Lo cual estaría bien si no fuese porque Zeus es el dios del rayo, y como a tantos otros, se le reza (o rezaba) para que no desatase su ira, no porque se le tuviese cariño.
Todo es parte de un intento de darle mayor profundidad a la película, pero que falla miserablemente volcándola en la falta de lógica. Y para acompañar a esta presunta complejidad temática, los diálogos están llenos de sentencias grandilocuentes que intentan pasar por análisis concienzudos de la religión, la divinidad o las relaciones paterno-filiales, pero que están completamente vacías. O bien no dicen nada, o son un cúmulo de frases manidas de galleta de la suerte, o se limitan a exponer los mensajes de forma simple y plana. Al menos en seis ocasiones, Perseo dice directamente “no quiero ser un dios, sino un hombre”, o algún derivado. Esta es toda la profundidad que alcanza ese tema. Y así con todos.
Tampoco beneficia a la película el tener una veintena de personajes de cierta enjundia. Por culpa de este elevado número de roles, los secundarios sólo son un tópico andante, una única característica determinada que los hace identificables y poco más: el soldado viejo, el novato, el gracioso, el mentor, el loco… Y se les dedica el tiempo suficiente para que los protagonistas estén poco desarrollados y resulten escasamente interesantes. De hecho, en su afán para que todos tengan alguna cosa que hacer en la película, incluso le roban funciones al héroe, convirtiendo a Perseo en un cero a la izquierda. Cuando surge algún problema, o bien hay alguien que sabe cómo resolverlo por arte de magia, o la inefable Io conoce la historia oportuna con toda la información necesaria para que un niño de teta lo resuelva. Este último personaje es el ejemplo perfecto del poco fuste del guión, puesto que sólo sirve para que haya alguna fémina de acción en la aventura (para las feministas), añadir más cuerpos turgentes (para los babosos) y sobre todo para suplir la incompetencia de los guionistas, incapaces de introducir en la trama lo necesario para que el héroe luzca su ingenio. El hecho de que el personaje no exista en la original ya da muestras de lo prescindible que es y de la tendencia de esta nueva película a idiotizar su contenido.
En resumen, que la película es una mediocridad de tomo y lomo que a final de año ya se habrá olvidado. Podría ser peor, porque al menos se pasa rápida y las escenas de acción son resultonas, pero en vista del material de partida y las posibilidades que tenía para ser un peliculón, es una decepción de las gordas. Ah, un último consejo: la película no ha sido rodada en 3D, y según todo lo que he oído y leído, su conversión a este formato ha sido una chapuza. Así que si aún así decidís ir a verla, podéis ahorraros el dinero extra.
2 Response to "Crítica: Furia de titanes"
Totalmente de acuerdo. Otra oportunidad para crear una buena película de aventuras desperdiciada. Cero sentido de la aventura, cero sentido del guión y cien por cien sentido del "movamos un montón la cámara cuando haya acción y metamos montones de bichitos hiperactivos a los que no nos da tiempo a ver ni la cara". Ah, y lo del 3D es cierto. Tanto que si te quitas las gafas el efecto sigue siendo el mismo...
P.d.: Lastimoso el supuesto guiño a Harryhausen, el mago de los fx en stop-motion de la original, machacando la nostálgica y brevísima aparición de una de sus criaturas con el siguiente diálogo:
-¿De dónde ha salido esto?
-Mejor no preguntes.
Desmodus.
mola
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