18 de febrero de 2010

Crítica: El rostro impenetrable

Rafael Bargiela / Madrid.

Tras la huida de un robo, la emboscada es inminente. dos amigos se ven obligados a separarse, uno en busca de caballos para la escapada de ambos, el otro, condenado a esperar a que llegue su compañero. Pero la avaricia puede más que la amistad, y la cárcel es el destino para el que queda rezagado. 5 años después, tras escaparse de la prisión, la venganza es su único objetivo.

No es la primera vez que grandes actores se atreven con la complicada tarea de dirigir su propia película. Sin ir más lejos, Robert De Niro lo ha hecho en varias ocasiones, una para ofrecernos un maravilloso cuento de barrio aderezado de mafia 'Una historia del Bronx' y otra para relatarnos la compleja historia de la CIA 'El buen pastor'. También el más laureado de los actores, Jack Nicholson, ha dado sus pequeños aportes al puesto de dirección con decentes ejemplos, a pesar de la muy criticada y larga segunda parte de 'Chinatown'. Sean Penn deslumbró en su mimo por la atmósfera en películas como 'El juramento', y llegó a lo más profundo de las entrañas de la libertad en la hermosa y tierna 'Hacia rutas salvajes'. Pero fue un clásico de entre los clásicos quién ha puesto el referente a seguir. Fue Charles Laughton quién, con una asombrosa capacidad para el manejo de la luz, el blanco y negro y la tensión en calma, dirigió a Robert Mitchum a través de la inolvidable 'La noche del cazador'. Película cuyas críticas en la época le quitaron las ganas de deslumbrarnos más con su talento.

Al igual que éste último, 'El rostro impenetrable' es la única película dirigida por Marlon Brando. Comenzada en un principio por Stanley Kubrick, Brando se responsabiliza finalmente de todo el film. Tachada de egocéntrica, es indiscutible que el rostro de Marlon Brando es el tema central de la cámara. Sin embargo, este indomable genio junto al talentosísimo Karl Malden ofrecen un duelo difícil de olvidar, bien llevado y con garra, con interpretaciones maestras que soportan la solidez de la historia.

De metraje excesivo, la película se pierde en ocasiones en escenas excesivas y enredos de nudos ya trenzados, con diálogos una pizca excesivos, que a veces le quitan esa energía descargada en las escenas iniciales. Sin embargo, las excelentes interpretaciones, y el buen guión (aunque excesivo, muy sólido y creíble) hacen que esta película no pase desapercibida, y pase a la historia como un clásico del western.

Le perdonamos el egocentrismo a Marlon Brando.

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