15 de febrero de 2010

Crítica: El hombre lobo

José Hernández / Murcia.

Como todo buen licántropo, la nueva versión de '
El hombre lobo' tiene dos caras opuestas, la buena y la mala.

Si uno se acerca a la película sin pretensiones, esperando ver un producto palomitero con el que pasar un rato entretenido, sus expectativas se verán cumplidas. El film tiene buen ritmo, una trama interesante, una ambientación victoriana muy conseguida y una atmósfera atractiva. Los ataques de la criatura son efectivos, salvajes, con abundante casquería y desmembramientos, aunque a veces caen en el recurso fácil de meter un sonido atronador y repentino para que pegues un salto en la butaca. Por su parte, los actores cumplen sin estridencias, sobre todo
Hugo Weaving, con uno de esos personajes que apetece verlos más de lo que salen.

Además, es bastante fiel al espíritu de la
película original. Hasta el punto de calcar algunas escenas, como la llegada del protagonista a la mansión familiar. Eso sí, la trama difiere en algunos aspectos que van conduciendo la historia en otra dirección: se ha recortado la importancia de los gitanos, se han ampliado los lugares en los que transcurre la acción y se ha añadido un giro a la relación padre-hijo que aporta menos de lo que pretende. También se han mejorado ciertos aspectos en los que el film de Lon Chaney Jr flaqueaba, como el maquillaje de la bestia, que manteniendo el mismo estilo consigue darle la dosis de agresividad y brutalidad de los que el original carecía.

Pero por otro lado, uno se queda bastante vacío tras ver la película, porque no aporta gran cosa al personaje. Hay multitud de temas asociados a la licantropía que no se exploran en absoluto o se pasan de puntillas, temas que le podrían haber dado algo de contenido a la cinta: la diferencia hombre/bestia, el contraste entre sentimientos e impulsos, la repentina conexión de un hombre racional con sus instintos más primarios (sobre todo la ira y la lujuria), la impresión de poder asociada a la mejora de las aptitudes físicas y sensoriales, la euforia de sentirse más vivo y lleno de energía que nunca, y su contraposición con la culpa por matar inocentes de forma incontrolable durante las noches de luna llena… O mi favorita, la aparente bendición de convertirse en un ser inmortal e invulnerable, que pronto se vuelve una maldición cuando el hombre lobo se da cuenta de su soledad: incapaz de controlar sus impulsos asesinos ante sus seres queridos, incapaz de envejecer con ellos, y como única salida a su desdicha, el sacrificio.

Nada de esto aparece en la película. Algunas cosas se intentan tocar de forma vaga y poco elaborada, pero casi como si fuese un trámite impuesto con el que sus responsables no se sienten implicados. Quizá la culpa la tengan unos diálogos poco inspirados, que se llenan de frases pomposas pero con poco sentido. O quizá sea fallo del director
Joe Johnston, que al fin y al cabo nunca se ha caracterizado por hacer películas que duren más de dos días en la memoria.

El caso es que, pese a su título, el film no es ni de lejos la película definitiva sobre hombres lobo. Es entretenida, sirve para una tarde ociosa, y es mejor que la mayoría de blockbusters que inundan las salas en verano. Pero a los fans de los licántropos más les vale revisar '
Ginger Snaps', 'En compañía de lobos', 'Frankenstein y el hombre lobo' (secuela del film del 1941, y superior a éste en todos los sentidos), 'Un hombre lobo americano en Londres' o incluso 'Lobo', antes que adentrarse en este páramo neblinoso.

1 Response to "Crítica: El hombre lobo"

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Anónimo Says....

Excelente crítica. Estoy totalmente de acuerdo contigo: una película entretenida, aunque no aprovecha ni mucho menos todas las posibilidades que ofrece la licantropía para contar una buena historia.

Yo añadiría otro aspecto más que la película no toca y, lo que es peor, quiere hacernos creer que sí: la historia de amor del maldito con la protagonista. No hay por donde cojerla, ni sexual ni platónicamente. Simplemente no se da en todo el metraje, aunque luego sea la que precipita el final.

Saludos.

Desmodus.

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