14 de diciembre de 2009

Entrevista: Juan Miguel Aguado

Raúl Masa / Madrid.

"Internet supone nuevas formas sociales"

Después de llevar bastantes años en la Universidad, a uno le queda la certeza total y absoluta de que muchas cosas se podrían cambiar. Otras, por el contrario, deberían desarrollarse y multiplicarse, como es el caso de algunos muy buenos docentes. En ese grupo podría incluirse el entrevistado que presentamos hoy en SHDC. Juan Miguel Aguado, profesor en la Universidad de Murcia (Teoría de la Información y la Comunicación), es entre otras cosas: docente, investigador y porque no decirlo estudioso de la vieja escuela. También conviene decir que fue profesor de muchos de los que andamos por este a veces aparente lugar.

¿Es "Bolonia" lo que necesitaba la educación superior española?
Sería muy aventurado responder a esa pregunta en términos absolutos, porque significaría atribuirme la fórmula mágica para resolver los problemas o simplemente mejorar la educación superior en España (cosa que, obviamente, no ocurre). Lo que sí es cierto es que Bolonia surge de (y ha propiciado) un debate y una reflexión muy interesante sobre lo que se puede mejorar en la Universidad española, sobre su naturaleza y funciones y sobre su relación con la sociedad. Y esa reflexión ha sido y es interesante, primero, porque nos ha obligado a las universidades a analizarnos a nosotros mismos en profundidad; y, segundo, porque ha permitido a otras instancias sociales participar en el debate sobre cómo debe ser la Universidad. De todo ello han surgido diversas líneas de cambio.

A título personal, algunas me gustan y otras no. Por ejemplo, la flexibilidad, la atención al proceso de enseñanza-aprendizaje, el énfasis en los idiomas y el interés por capacitar al estudiante para gestionar su propio aprendizaje me parecen aspectos muy positivos. Otros, como el sometimiento de la validez de los estudios a la inserción profesional (¿para qué entonces la Filosofía o las Matemáticas puras?) y ciertos criterios de calidad, no me parecen tan positivos. En definitiva, no sé si es "Bolonia" exactamente o será otra cosa, pero sí creo que la Universidad necesitaba un espacio de reflexión profunda sobre su identidad en la sociedad del siglo XXI, y, es más, necesita que ese espacio de reflexión sea continuo y permanente.

¿Puede que realmente España necesite una revisión estructural de su sistema educativo?
La cuestión de la necesidad de una revisión estructural del sistema educativo no es tan simple, porque, como en un ecosistema, el cambio estructural en algo tan sensible como la educación afecta a y viene de la mano de cambios estructurales en otros ámbitos de la sociedad (cambios en el tejido empresarial, en la política científica, en los usos de la tecnología, e incluso cambios en las formas de contratación, en la estructura de la familia, en la coordinación entre vida familiar y vida laboral…).

No obstante, como cada ámbito social, la educación, guste o no, se encuentra sometida a constante cambio. De nosotros depende que esos cambios se realicen sobre la marcha, de manera improvisada, o bien de forma estudiada, anticipando estrategias de adaptación a los cambios sociales de nuestro tiempo. Los que formamos parte del sistema educativo debemos ahí aportar nuestra visión desde dentro (sin pretender, por ello, que sea la única). Un a estrategia adaptativa de esas dimensiones requiere un consenso y un diálogo social que, a día de hoy, todavía no se ha conseguido.

¿Hay posibilidad real de mejora?
Siempre la hay. Personalmente creo que la mejor manera de asegurarla es prestar atención a las personas, o, mejor aún, a las actitudes personales. Me explico: desde mi punto de vista, las instituciones, sus mecanismos y protocolos, constituyen vías para la acción y las iniciativas personales. Permiten regularlas, canalizarlas, coordinarlas y valorarlas, de manera que contribuyen a aportar orden, continuidad y coherencia. No perder de vista a las personas, significa que, cuando planteamos cambios en las estructuras o procesos institucionales (como en la educación o, más concretamente, en la Universidad) debemos tener en cuenta que los espacios para la acción y la iniciativa de las personas permanezcan abiertos, que se mantengan los canales para realizar eficazmente aquellas acciones que son coherentes con los objetivos de las reformas.

Pongo dos ejemplos: personalmente, desde mi actitud como docente o por mi forma de ser puedo valorar muy positivamente el tema de los idiomas o el aprendizaje participativo. En consecuencia, intentaré en la medida de lo posible incorporar esos aspectos al día a día de mis clases, a mi planteamiento de la materia, etc. Pero si el proceso de reforma implica, por ejemplo, que mis horas de clase se duplican (por la falta de recursos económicos que acompañen la reforma), o que la burocracia se multiplica, entonces resulta que el cambio institucional, por así decirlo, cierra los caminos a través de los cuales yo puedo, precisamente, aplicar y hacer efectivo el espíritu de esa reforma. Lo primero, en un proceso de cambio, por tanto, antes incluso de motivar a quienes no están motivados, es, sobre todo, no desmotivar a quienes ya están motivados.

En cuanto a su campo de actuación, la Comunicación, ¿cree que estamos inmersos quizá en una etapa de "descomunicación"?
No cabe duda de que está cambiando el tejido de nuestras comunicaciones, lo cual supone reconocer que está cambiando –entre otras cosas con ayuda de la tecnología- la forma de nuestras relaciones sociales y, por tanto, la forma en que construimos nuestra identidad. Como en todo hay rasgos que, desde nuestro punto de vista actual, nos parecen positivos y otros no tanto. Pero creo que no es bueno caer ni en un pesimismo apocalíptico ni en una euforia filotecnológica. Las tecnologías de la comunicación no nos condenan ni nos redimen, sólo –y no es poco- nos cambian. Con todo, en una época especialmente tecno-eufórica como la nuestra conviene no perder de vista las razones de esa euforia y los puntos de vista críticos que pueden contribuir a nivelarla.

En cuanto a lo primero, me parece clave comprender que, en nuestras sociedades, las tecnologías y los productos comunicativos forman parte de las dinámicas de consumo. Y en los discursos del consumo se tiende por defecto a magnificar los aspectos inmediatos y positivos y a minimizar los aspectos a largo plazo o negativos.
En cuanto a lo segundo, hay algunas voces que llaman la atención sobre aspectos que me parecen interesantes. Por ejemplo, algunos investigadores señalan que el énfasis en la tecnología dirige nuestra atención a los aspectos fáticos de la comunicación, es decir al canal y sus posibilidades de uso. Tenemos más canales de comunicación que nunca, estamos permanentemente accesibles para todos y tenemos más capacidad que nunca de comunicarnos a escala no ya interindividual, sino planetaria. En este sentido, autores como James Katz o Sherry Turkle se preguntan si eso no afecta a la calidad de las comunicaciones (a los significados que construimos y transmitimos, a su profundidad, su alcance e incluso su calidad estética). Es cierto que los límites temporales y de respuesta de una carta son muy amplios, pero, sin embargo, por ejemplo, la calidad comunicativa de un sentimiento expresado en una carta es mucho mayor que la de un SMS. Es cierto que el ejemplo es un poco exagerado, y no quiero caer en una especie de tecno-fobia argumentando que la tecnología nos aliena (aunque puede hacerlo).

Pero lo cierto es que pensamos menos, meditamos menos, nos analizamos menos, y a cambio, dedicamos más tiempo a comunicar lo que pensamos, lo que sentimos, a cada momento, en todas partes, constantemente. Si uno dedica su tiempo libre (los micro-tiempos del transporte cotidiano, de la espera en la cola del supermercado, o del rato libre en casa) a comunicar a otro lo que piensa, lo que opina o lo que siente a través de SMS, Twitter, Facebook, el Messenger, etc… ¿cuándo nos paramos a reflexionar sobre aquello que pensamos, opinamos o sentimos? ¿cuándo dedicamos tiempo a cuidar la calidad de lo que comunicamos y, sobre todo, su relación con lo que somos?

¿Habremos llegado ya al final del estudio de los sistemas de comunicación, o nos queda mucho por descubrir?
Como decía Bruce Willis en La Jungla de Cristal, “esto no ha hecho más que empezar”. No es que “quede mucho por descubrir”, porque no somos exploradores vestidos de "Coronel Tapioca" trazando mapas de un continente ignoto. Esto cambia, y cambia constantemente, de manera que tenemos siempre todo por descubrir. Además, desde el punto de vista científico, la indefinición del objeto de estudio no es en sí algo negativo, no supone ninguna insuficiencia. Para las ciencias de la comunicación la naturaleza y procesos de la comunicación suponen un desafío permanente. Pero es que no debemos olvidar que, por ejemplo, la física todavía no ha planteado una definición canónica e inamovible de ‘materia’, ni la biología ha hecho lo propio con el concepto de ‘vida’. Cuánto más en un ámbito tan complejo y cambiante como el de las comunicaciones.

Internet, ¿medio de comunicación o un simple formato para comunicar?
Internet no es sólo un medio de comunicación. Supone nuevas formas sociales, es de hecho una extensión del tejido social del que forma parte. Supone también nuevas formas comunicativas, nuevos lenguajes, nuevos formatos. Hemos pasado del Internet de contenidos al Internet de relaciones (la famosa Web 2.0) y ya se está gestando el Internet de los objetos, en el que las conexiones no serán ya sólo entre personas y con contenidos, sino entre objetos (el semáforo y el coche, tu móvil y un producto del supermercado, el banco del parque y los sistemas de riego, la valla publicitaria y tu laptop…).

Además, el desarrollo de Internet móvil permite trasladar los contenidos y las relaciones a espacios físicos reales: por ejemplo, ya no hace falta colgar un post sobre la comida de un restaurante en tu blog (un espacio virtual): gracias a Internet móvil y el GPS lo puedes ‘colgar’ en las coordenadas geográficas de ese restaurante (un espacio ‘real’), de manera que, antes de entrar, puedes consultar en tu móvil las opiniones que han dejado los clientes…

En lo referente a otro de sus campos de estudio, ¿son los dispositivos móviles el futuro?
Sin duda son uno de los dispositivos del futuro. Por su implantación social, por lo vertiginoso de su desarrollo, pero, sobre todo, como decía antes, porque permiten trasladar Internet del espacio virtual al espacio físico. Y porque van a permitir coordinar como ningún otro dispositivo el Internet de los contenidos, el Internet de las relaciones y el Internet de los objetos.

¿Existirá el dispositivo único que controle a los demás?
No lo sé. Creo más bien que existirán diversas formas de integrar diferentes dispositivos. Es cierto que el móvil tiende a ser una especie de meta-dispositivo (la cámara, la agenda, la tele, Internet, un mini-PC, la radio, la tarjeta de crédito, el GPS…), pero eso es porque tiene un potencial de conveniencia que a día de hoy no tiene ningún otro dispositivo. Es cierto que tu cámara puede hacer fotos mejor que tu móvil, o que las películas se ven mejor en tu tele que en tu iPhone, o que se escribe mejor un documento en tu laptop que en tu móvil; pero cuando te sobreviene sobre la marcha la necesidad de hacer una foto, de ver una peli durante un viaje, o de anotar una idea: ¿cuáles son las probabilidades de que lleves contigo la cámara, la tele o el PC? ¿y las probabilidades de que lleves contigo tu móvil? De todos modos, precisamente por eso, el móvil es un dispositivo subsidiario y necesita de una integración eficaz con todos los otros dispositivos de nuestra vida cotidiana: nuestro PC y sus periféricos, nuestra tele o nuestro reproductor Hi-Fi del salón, el ordenador de abordo o el navegador de nuestro coche… La clave está, pues en los servicios y contenidos y en cómo integrar los dispositivos para sacarles el mayor partido.

4 Response to "Entrevista: Juan Miguel Aguado"

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Raúl M. Says....

Ale, lectores de este espacio, gocen leyendo la entrevista. Yo, al menos, lo he hecho.

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Alfonso Says....

Siempre fue mejor pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa. En este mundo deberíamos tener más tiempo, para pensar y formar ideas. No obstante, aunque el uso comunicativo de las nuevas tecnologías parezca banal o sin mucho sentido, es tremendamente comunicativo, y este éxito, es lo que lo hace popular HOY, de aquí, ¿podemos sacar una tendencia? No lo sé yo espero que no.

Yo soy un hombre muy primario, estoy terriblemente sujeto a las pasiones. No pienso casi, cualquier cosa que les dijese sería una tontería.

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