15 de octubre de 2009

Entrevista: Lola Beccaria

Raúl Masa / Madrid.

"Soy militante del club de la 'literatura emocional'"

Formada en en la base del lenguaje, Lola Beccaria es doctora en Filología Hispánica y está formada en Terapia Gestalt por el Centro de Terapia y Psicología de Madrid. Mezclando su trabajo en la Real Acadamia Española de la Lengua con el noble arte de escribir, Lola ha conseguido algunos de los más altos reconocimientos que un escritor puede obtener. Finalista del premio Nadal en 2001 y ganadora del premio Azorín en 2009 con su obra 'El arte de perder', esta gallega nacida en el Ferrol cree que su tierra le ha influido.

¿Qué tiene Galicia para ser tan buena cuna de escritores?
Supongo que la atmósfera, el espíritu, algo que no se puede definir... Yo siempre digo que los gallegos vivimos con un pie en el suelo y otro en el cielo, de forma que por un lado eso nos permite soñar e imaginar a placer, y por otro lado el pie que apoyamos nos permite sentir el suelo de la realidad, que también es necesario. De hecho, creo que es necesario ese equilibrio, y que no podemos renunciar a uno de los dos sin quedar cojos o incompletos. El ser humano necesita ensoñarse y disfrutar de la imaginación, necesita volar y abrir nuevos caminos, y al mismo tiempo necesita sentir el suelo bajo los pies.

También creo que los gallegos se cuentan entre los seres más contradictorios, locos e inexplicables, de este universo mundo. El gallego es a la vez el pueblo màs socarrón, irónico y descreído del planeta, y al mismo tiempo, el más devoto, supersticioso y fiel a sus tradiciones, y de esta forma vive instalado en un sutil territorio ubicado entre la realidad y la magia. Es una criatura con trastienda. Y tiene que convivir a diario con su lado oscuro, con las meigas, con la Santa Compaña y demás inventos del diablo... Y al mismo tiempo es tan sensible, tan poético, tan delicado... En fin, el gallego es un liante encantador, para qué negarlo... y con todo ese bagaje, si no lo echase a la cazuela de la creación, y lo exorcizara convenientemente escribiendo, se volvería, sin remisión, una persona normal, y eso... ¡nunca!

Sobre la ascendencia italiana de tu apellido (Beccaria), ¿qué nos puedes contar?
El apellido Beccaria es, en efecto, italiano y procede de Milán. Una rama de mi familia se estableció en Galicia, hace siglos. Como resultado, soy descendiente del marqués Cesare de Beccaria, un noble milanés que ocupa un lugar destacado en la historia de la humanidad por ser el primero que abogó contra la pena de muerte. Escribió un libro titulado "De los delitos y de las penas" (Dei delitti e delle pene) en el que se expone cómo era la justicia entonces, absolutamente injusta. Las ideas de Beccaria son precursoras de los derechos civiles de hoy día, que, entonces, brillaban por su ausencia. Entre otras cosas Beccaria fue el primero que advirtió sobre la necesidad de que la pena fuese acorde con el delito.

Anteriormente a Beccaria, por cualquier mínimo delito podían hasta matarte, y no había defensa posible. Si alguien testificaba contra ti se le creía, sin exigirle que aportara pruebas. Otra cosa que defendió Beccaria es que la pena de muerte es, desde todos los puntos de vista, inmoral para una sociedad que se considera moral. Por todo ello me siento muy orgullosa de mi antepasado.

¿Siendo lingüista das más valor a las palabras?
Creo que el proceso es el inverso: es decir, porque amo las palabras, porque les doy tantísimo valor, me hice lingüista. Considero que la palabra es la herramienta más hermosa y cabal, la más completa con que cuenta el ser humano para expresarse. Es un regalo sin par, un ejemplo del perfeccionamiento de la evolución, la prueba de la inteligencia de la naturaleza. Es el medio por el cual la sofisticación de nuestra especie se manifiesta. Lacan decía que "toda revelación esencial del ser humano pasa necesariamente por el desfiladero de la palabra", y así es sin duda: el conocimiento más profundo se interioriza en la conciencia a través del lenguaje, y las actividades humanas más importantes son posibles gracias al diálogo que establecemos con los demás: el amor, la amistad, la literatura, la gastronomía...

Suele decirse que la novela más complicada de escribir es la segunda, pues la tuya fue finalista del Nadal...
Pues no conocía esa afirmación, pero en mi caso esta máxima no se puede aplicar, pues mi segunda novela publicada no es mi segunda novela escrita, sino la cuarta. Conviene aclarar que antes de publicar La debutante escribí dos tochos -de trescientas páginas cada uno- que conservo, en forma de manuscrito, en un cajón de mi escritorio. De todas formas, La luna en Jorge, que es la novela con la que quedé finalista del Nadal, es una historia que me encantó escribir, sobre todo, porque es una comedia de enredo, de temática actual, que habla sobre el amor, las relaciones de pareja, las terapias de grupo, la sexualidad y el adulterio, y cuya vigencia es de plena actualidad. Es además, lo mismo que todas mis novelas, una historia de hoy en día, que explora los conflictos del ser humano, especialmente en el terreno de las emociones, y siempre en busca de desentrañar asuntos vitales tan clásicos e inmortales como son la pasión amorosa o la búsqueda de la felicidad.

¿Se podría considerar tu obra "literatura emocional"?
Tampoco conocía semejante denominación, y dudo que exista como tal "oficialmente", pero te aseguro que me encanta la etiqueta, y me la adjudico ya. Así que desde ahora diré que soy militante en el club de la "literatura emocional". Lola Beccaria cultiva la literatura emocional. Lola Beccaria ha publicado una nueva novela emocional. La escritora sigue en su línea de escritura emocional. Uyyy, cómo moooolaaa...

Y mola porque, como decía más arriba, lo que más me interesa como materia narrativa es el conflicto psicológico del ser humano, sus taras y limitaciones emocionales, estudiar a fondo el proceso por el cual tanto la educación y el entorno, como la sociedad con sus engañosos modelos de perfección, van sibilinamente estableciendo cortapisas emocionales al ser humano y cómo este se aleja así de su necesidad más imperiosa y más esencial: amar y ser amado.

Volviendo a los premios y reconocimientos, ¿son sólo eso, o un premio es algo más?
Un premio es algo más, por supuesto. Es el reconocimiento de una labor. Yo llevo veinte años en esto de la literatura, y he vivido siempre mi vocación buscando, por encima de todo, la honestidad, poniendo en el primer lugar de mi escala de valores el ser consecuente con mi manera de pensar, ser leal a mis ideas y creencias, a mis criterios estéticos, antes que dejarme seducir por la fama o el rendimiento económico. He ido siempre despacio, construyendo a cada paso y con esfuerzo mi forma de entender la literatura. Y la recompensa por esa dedicación, fiel, firme, cada día más poderosa y sólida, ha sido este premio Azorín, del que me siento especialmente orgullosa.

¿Una escritora puede vivir de escribir?
Sí, claro, aunque no es mi circunstancia, pues además de escritora trabajo como lingüista en la Real Academia Española. De todas formas, y salvo casos excepcionales, nunca se puede vivir exclusivamente del fruto que dan los anticipos de las novelas, sino que a estos debes sumarle, necesariamente, las retribuciones procedentes de los aledaños de la escritura: bolos, conferencias, mesas redondas, columnas en revistas y periódicos, talleres, etc. Y aún así, muchas veces resulta complicado llegar a fin de mes, ya que no estamos hablando de retribuciones fijas, sino esporádicas y aleatorias. En ese sentido escribir es una actividad estresante e insegura, y por ese mismo motivo, muchos escritores nos vemos obligados a compaginar la escritura con otros oficios que nos permitan pagar la hipoteca. Lo cual, dicho sea de paso, te obliga a rendir el doble y a robarle horas a tu tiempo de descanso.

En consecuencia, y de cualquier forma, ser escritor raya lo heroico, y aguantar en ello depende, en muy alto grado, de la vocación que te aliente y de cierta actitud estoica, de resistencia, propia del corredor de fondo.

Un 19% de la población afirma no leer nunca, la inmesa mayoría de los hogares tiene menos de 30 libros... ¿eso desanima a un escritor?
No, la verdad es que no, aunque debería. Pero es que la vocación es otra cosa. La vocación es tan intensa y tan firme, y tan poderosa, que ni se te ocurre acoquinarte con semejantes informes. Es que ni les prestas atención, no van contigo. Siempre habrá lectores, te dices, y confías tan ciegamente en que eso va a ser así por toda la eternidad que ni te inmutas: sigues escribiendo, sigues creando, sigues en la brecha de lo que más te gusta, de lo que más te enloquece... y nada ni nadie, ni el márquetin más demoledor y apocalíptico, ni el Instituto de Estadística en pleno, enarbolando las más pesimistas cifras, pueden pararte ya.

¿Son un problema real los datos anteriores?
Hay que tener en cuenta que esos datos se basan en estadísticas muy determinadas, y la gente puede no comprar o no leer libros, pero también es verdad que al cabo del día lee muchas cosas, sobre todo ahora que hay Internet. Nos olvidamos de que Internet es un enorme libro, el que más páginas tiene, y que la gente se asoma a él y lo devora. Cada vez más la gente lee más. Es una realidad incontestable.

Otra cosa es que los medios y soportes, los géneros y formas de la escritura cambien. Pero leer, lo que se dice leer, eso no va a cesar jamás. Es una necesidad del ser humano de tal calibre que lo mismo que necesita respirar necesita escribir, expresarse, y leer a los demás, intercambiar con los otros sus experiencias e ideas y emociones. Y otra necesidad del ser humano es la creación de historias de ficción. El ser humano necesita, como decía más arriba, ensoñarse, construir historias que propongan salirse de los cauces establecidos, nuevos modelos de vida, que propongan el escape de la sociedad establecida, de las normas asfixiantes, de los corsés que hacen llagas a la felicidad...

¡Larga vida, pues, a la unión apasionada de la palabra y la imaginación...!

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