Ana Andújar / Murcia.

Hay que ver las fotos promocionales de los Beatles en los sesenta para comprender en qué se convirtió el fenómeno. Unos jovencísimos Paul, John, Ringo y George sostenían sus instrumentos con los flequillos milimétricamente recortados, las corbatas abrochadas hasta el gaznate, y una expresión ilusionada, en un descampado con un coche quemado detrás, un escarabajo, que les daría nombre y les transformaría en leyenda. Después llegó la realidad, la fama, los conciertos insoportables, la persecución de las fans y los problemas personales entre la banda. El 13 de septiembre de 1969 los Beatles afinaron sus guitarras juntos por última vez, lo que se celebra a día de hoy como el 40º aniversario del fin de la música como la entendemos hasta ahora.

A los cuatro de Liverpool les cambió la suerte el 9 de noviembre de 1961, cuando a una de sus actuaciones en The Cavern, el que es hoy pub musical de leyenda gracias a ellos, acudió el agente Brian Epstein y olió lo que se avecinaba. Un contrato con la discográfica Decca y el resto es historia. De la música, o incluso más. John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison crearon trece discos oficiales, fueron criaturas de rock psicodélico, del skiffle y el rock'n'roll de los 50, y enemigos de Elvis quien incluso llegó a pedir a Nixon que les prohibiera la entrada a Estados Unidos por la oposición de la banda a la guerra de Vietnam.

Más que describir sus inicios, más que relatar sus biografías, lo que celebra esta fecha (aparte de una oportunidad empresarial) es lo que fueron los Beatles, la época que marcaron y lo que significó el fin creativo de cuatro músicos que nunca trabajaron igual por separado a pesar de no poder seguir aguantándose juntos. Revolucionaron su tiempo y han sido el caldo de cultivo de toda una generación pop, raíz de cantautores y base del rock'n'roll que todavía hoy bebe de sus canciones.

Mil cien millones de discos vendidos en todo el mundo dan una idea de por qué es necesario celebrar todos estos absurdos aniversarios. Que se reediten los trece álbumes de los Beatles remasterizados (lo que significa coger las grabaciones originales y limpiar la música desde ahí) ha resucitado viejos mitos: se escuchan las voces de los cuatro componentes, bromeando, mandándose al infierno, hartos de tocar (Ringo Starr se quejaba de ampollas en sus dedos en los punteos de Helter skelter), pero creando imparables. Apple Corp., formado por los Beatles supervivientes (McCartney y Starr, y las viudas de Harrison y Lennon) no han tenido problema al autorizar el lanzamiento discográfico, además de el videojuego de Rockband The Beatles por Playstation que sin duda les va a dejar una buena pensión.

¿Tan importantes eran estos chicos, o ya han quedado como mero atractivo comercial, como la respuesta fácil para quedar bien cuando te preguntan por tus gustos musicales, como tazas de coleccionable de El País? Eran importantes, le pese a quien le pese. Sus letras naive esconden influjos de drogas, reconocen a un país y a una generación, Abbey Road es reconocido como uno de los mejores discos de la historia, y es imposible no canturrear Love me do cuando estás contento. Probablemente quedarán más aniversarios, más reediciones, más negocio (no hay que olvidar que Michael Jackson compró los derechos de la mayoría de sus canciones y ahora sus deudas deben ser saldadas lo más pronto posible), pero las canciones y los sentimientos que emanan de ellas se nos pegarán a los talones para hacernos bailar el twist mucho tiempo más, hasta que ellos no estén, ni siquiera nosotros.

Sounds of laughter shades of earth are ringing through my open views
Inciting and inviting me
Limitless undying love which shines around me
like a million suns
It calls me on and on across the universe
Nothing's
gonna change my world
Nothing's gonna change my world

Sonidos de risas y sombras de tierra resuman en mi vista abierta
Incitándome e invitándome
Un amor imperecedero y sin límites brilla a mí alrededor como un millón de soles
Llamándome y llamándome a través del universo
Nada cambiará mi mundo
Nada cambiará mi mundo