20 de julio de 2009

Ruanda y Occidente (I)


Paula Lax / Murcia

Hace ya 15 años desde el genocidio de Ruanda, el último de los genocidios del siglo XX. Desde aquí, me gustaría hacer una reflexión sobre lo que pasó en Ruanda y lo que se podría haber hecho para evitar lo ocurrido.

Desde la década de los 80´, pero sobre todo desde la Guerra de Ruanda a principios de los años 90´ Naciones Unidas decidió establecer una Misión en la zona llamada UNAMIR encabezada por un comandante canadiense llamado Romeo Dallaire. Esta Misión se caracterizó por la soledad, es decir, sus esfuerzos en pro de la pacificación de la zona no fueron apoyados por los países occidentales con observadores en el territorio, no se compartían las informaciones y no hubo una relación de reciprocidad entre UNAMIR y los observadores y consejeros de origen francés, belga o alemán.

Esa indiferencia de los países europeos es evidente, pero ¿qué pasó con la propia Naciones Unidas? ¿Por qué no se pudo evitar la matanza? ¿Qué intereses primaron? Las respuestas a todas estas preguntas son bastante decepcionantes.

El 9 de abril de 1994 se constataron las primeras matanzas masivas en Gikondo, en pleno corazón de Kigali. Según los observadores polacos Stefan Steck y Marec Pazik, los asesinatos se habían producido por la Interahamwe bajo las órdenes de la Guardia Presidencial.

El conflicto llevaba meses gestándose, las radios del país instaban a la mayoría hutu a levantarse cuan ejército preparado contra los tutti. El asesinato del presidente ruandés Juvénal Habyarimana junto al presidente burundiano, Cyprien Ntaryamira, el 6 de abril de 1994, sólo fue la mecha que pondría en marcha las importantísimas reacciones de los siguientes meses.

Los avisos de UNAMIR a la sede de Naciones Unidas en Nueva York llevaban meses produciéndose, la matanza se preveía, pero no fue hasta los asesinatos de Gikondo, de los cuales se tuvo constancia gracias a los observadores polacos, cuando Naciones Unidas se pronunció.

El primer aviso fue el 8 de abril de 1994, Dallaire consideró que si Naciones Unidas y por ende la Comunidad Internacional eran capaces de entrar en acción, el conflicto siquiera empezaría por el temor de los dirigentes y de los propios milicianos a empezar una ofensiva con la Comunidad Internacional actuando, pero Naciones Unidas se abstuvo de responder.

Tras la primera matanza de Gikondo Dallaire decide ponerse de nuevo en contacto con Naciones Unidas para relatar los sucedido y solicitar la ayuda y los medios necesarios. Las órdenes de Jacques-Roger Booh-Booh fueron claras, Dallaire debía retirarse, las fuerzas de paz tenían que ser evacuadas. El comandante canadiense a cargo de UNAMIR se negó, consideraba la retirada algo imposible.

El 12 de abril de 1994 Dallaire habló directamente con el Secretario General e Naciones Unidas, Boutros Ghali que intentó convencer al comandante sobre la conveniencia de la retirada. Dallaire se reafirmó en sus palabras, no podían retirarse, había muchas personas a cargo de la ONU, y más concretamente de UNAMIR, retirarse era condenarlos a muerte.

Las negaciones de ayuda por parte de la ONU sólo muestran la indeferencia internacional junto a los intereses de algunos países como Estados Unidos en no apaciguar el conflicto, o en no tomar partido en el mismo. Dallaire dijo:
Dejaron que nos las arregláramos solos, sin mandato ni provisiones, cosa que describe la apatía inexcusable de los estados soberanos que componen la ONU, totalmente incomprensible y moralmente inaceptable”.

Dallaire no era capaz de entender lo que estaba pasando, las sesiones en el Consejo de Seguridad de la ONU se mantuvieron en secreto, pero se produjo una filtración en el seno del Consejo. Ikbal Riza revela la gran confusión que parece que se estaba viviendo en Nueva York, donde creían que el conflicto estaba calmado y que la situación no era tan alarmante. Dallaire duda de esta reacción puesto que sus informaciones acerca de lo que se aproximaba no podían ser más claras.

Tras la petición de retirada por parte de la ONU muchos soldados de la zona cumplieron la orden. Estados Unidos declaró en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas su intención de no mandar tropas de paz a Ruanda por el peligro que podrían correr, actitud que seguirían otros países como Gran Bretaña o Bélgica. Pese a esto, Dallaire siguió insistiendo en que no habría peligro para las tropas de paz y algunos observadores como el embajador chino en Ruanda le apoyaban...

1 Response to "Ruanda y Occidente (I)"

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Anónimo Says....

Nada garantiza que con la interveción de U.N. se hubiera podido evitar. Pero lo que sí está claro es que hubiera sido muy distinto...

Raúl M.

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