20 de julio de 2009

Bambi contra Godzilla (I)

José Hernández / Murcia

La premisa es sencilla. Y no engaña. Da exactamente lo que promete su título. A un lado, un inocente cervatillo. Al otro, un dinosaurio radioactivo de 2000 toneladas. ¿Quién ganará?
Bambi contra Godzilla (1968) es un cortometraje de animación simple, duración escueta y argumento indignantemente sencillo. Pero es con toda justicia una obra de culto por su falta de pretensiones... y su paradójicamente imprevisto giro.

Durante el primer minuto y medio aparecen los títulos de crédito. Mientras vemos continuamente el nombre de su director, guionista y todo lo demás
Marv Newland, Bambi come plácidamente en un prado con florecitas al ritmo de Rossini. Y el espectador espera ansioso el encuentro prometido en el título, mientras se devana los sesos pensando qué puede ocurrir para que esa lucha sea equitativa. La respuesta debería ser obvia, pero no lo es. Por supuesto, Godzilla (o más bien, su pata) aparece y aplasta inmediatamente a la criaturilla. Fin. ¿Qué otra cosa hubiese sido coherente? Es Bambi. Contra. GODZILLA.

Aparte del humor de la propuesta, presente desde los títulos de crédito, el valor del corto se basa en la creación ilusoria de una expectativas que deberíamos ser conscientes de que son falsas. Tendríamos que saber que no hay forma de que haya una lucha entre estos persnajes, que sólo hay un destino para su encuentro. Pero aún así seguimos esperando que ocurra algo. Nos preocupa más el espectáculo, aunque sea inverosímil y fabricado, aunque no respete las reglas dramáticas que él mismo crea, que la coherencia, el realismo o la lógica.

Es una deconstrucción completa y, quizás, no intencionada de la experiencia de un espectador que deja en evidencia nuestra predisposición a ser engañados. La cual, no quepa ninguna duda, es el origen de la actual cultura del blockbuster rompetaquillas. No nos importa que
Transformers 2 no tenga ningún sentido, que ni siquiera respete las mismas reglas que postula no ya su predecesora, sino la propia película. No nos importa la cantidad de eventos ilógicos y forzados que se desencadenan. Nos importa que haya robots gigantes dándose hostias. Nos importan los efectos especiales. Nos importan las tetas de Megan Fox. Por eso, la película es un megataquillazo aunque sea una basura infumable. Porque nos hemos convertido en un público idiotizado que sólo se preocupa por el espectáculo visual y deja su cerebro no ya fuera del cine, sino metido en una licuadora enchufada a máxima potencia.

Claro que habrá gente que acuda al cine más o menos engañada, creyendo que va a haber algún simulacro de historia o personajes detrás, que le hagan interesarse o emocionarse lo más mínimo por lo que ocurre en pantalla. Pero son los menos. Al resto, a todos aquellos capaces de acusarte de pedante por criticar la película -como si los efectos por ordenador la disculpasen automáticamente de tener sentido o contenido dramático-, les importan tres pimientos todas estas cosas. De hecho, salen del cine satisfechos con lo que han visto: un vacío con envoltorio brillante y lleno de colorines, pero que ni siquiera está bien empaquetado. Se han vuelto como bebés, si acaso dejaron de serlo alguna vez. Sólo les importa la estimulación sensorial primaria, negándose incluso a cualquier uso básico de su cerebro. Y lo peor, reclamando productos que no les hagan utilizarlo.

A ese tipo de gente, huelga decirlo, no les gustará este corto. ¡Qué gran decepción que Bambi no saque un lanzacohetes! A ellos, también, cualquier engañabobos puede convencerles de lo que le de la gana.

Es la sociedad acrítica de nuestros días: alimento fácil para políticos y empresarios hambrientos.


Segunda parte

1 Response to "Bambi contra Godzilla (I)"

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José Hernández Says....

Hombre, la imagen que has puesto no es del corto, sino del libro de David Mamet que yo no nombro en ningún momento... pero lo cierto es que se me ocurrieron los artículos a raíz de leerme el libro de Mamet. No trata ninguno de los temas en cuestión, pero me recordó el corto y me puse a cavilar.

Por otro lado, el libro está bien pero sólo para fanáticos del cine.

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