7 de abril de 2011

Solter@s (Vol. II)

Ana Andújar.

No tenía que sorprenderme el trámite por el que tenía que pasar ahora: la crónica, la exposición de los hechos, la retransmisión del partido, es decir, la confesión de todos y cada uno de los datos que habían acontecido las siguientes noches… a mis amigas. Cuando eres fémina, existe un código no escrito por el que juras desde nacimiento contar tu vida en verso a las otras féminas que se crucen en tu camino y que demanden llamarse tus amigas.

Por eso, ahora que me encontraba en el tercer grado delante de unas cañas, no podía decir que no. Era como los desayunos de 'Sexo en Nueva York' pero sin el lunch ni los bloody marys a media mañana ni los bolsos de Loewe encima de los taburetes del café más chic de Lincoln Avenue: aquí lo que hacemos es buscar un antro donde además de unas cervezas te regalen la tapa más hipercalórica que se pueda encontrar, mientras sujetas tu Mulberry falso 100% plástico de Blanco entre los pies para evitar que te roben los 5 euros y el klínex usado que contiene. En continente es diferente, sin embargo, el contenido es el mismo: un par de horas de cotilleo, comparativas y datos vergonzosos.

Así que no había salvación. Cuando en esta ciudad se te ocurría hacer algo como pedir una cita a un tipo desconocido, tenías que dar explicaciones a la junta: era como volver a la época en la que “te enrollabas”. Aquella era una época que añoro en parte. En parte sí, porque eran momentos tiernos de hormona y maldad: como adolescente, empezabas a desarrollar la capacidad de usar tu sexualidad como arma.

Esto se traducía en que quedabas con la pandilla, algunos ibais a las máquinas recreativas, otros se tomaban un par de calimochos, realizabas tu estudio de mercado, y si salía bien (también se estilaba el modelo “pactado”, donde eran tus amigos los que negociaban con quién ibas a meterte mano) podías terminar la tarde (por entonces las 8 era la hora golfa) ENROLLÁNDOTE con el quinqui de tus amores. Y lo bueno es que no había ningún tipo de tensión: se daba por hecho (o a lo mejor eso era lo que pensabas tú y el pobre chico estaba pensando en mojar) que os ibais a pasar un par de horas de magreo inocente y muchas, muchas babas.

Una mononucleosis por entonces era casi un trofeo, por detrás de los chupetones asesinos. Es curioso cómo no te cansabas de morrearte con alguien, dale que te pego, quizás con una mano en el culo, durante tanto tiempo. Menudo calentón te llevabas a casa, imagino a aquellos niños cargados hasta los ejes, y que encima llegaban a casa y les esperan las Mama Chicho en la tele… Ahora los chiquillos, con tanta energía sexual en el ambiente, tanta serie de Antena3 con Mario Casas sudando, tanta Hanna Montana convertida en zorra country, se ven arrastrados a intentar acostarse con alguien lo antes posible. La generación ‘Física o Química’ los ha hecho creer que se puede follar en los baños del instituto como si nada… y nosotros que nos creíamos rebeldes por escondernos allí a fumar.

Divagaba yo sobre estos temas porque en un interrogatorio post-cita, surgen preguntas absurdas que se equiparan a las de aquellos días, tipo: “¿Te ha tocado las tetas?” (lo cual era de lo más golfo) y que se subdividía en la siguiente: “¿pero por fuera o por dentro?”. Qué tiempos, lo de que te tocaran las tetas “por fuera”. Tenía un punto entrañable que casi dan ganas de reivindicar.

El caso es que la cita no había ido mal, pero desde luego no tuve la suerte de que me tocaran las tetas por fuera. Sabes que una cita no ha ido mal cuando la otra parte acude a la hora indicada en el momento indicado…. y solo. No vale cuando aparece con un amigo que dice que se va enseguida. No señor, ese amigo está ahí por si hace falta una salida de emergencia, como Bonnie cuando espera a Clyde con el motor encendido: ¡atención, orco a la vista! ¡En qué cojones estaba pensando! Ese amigo/a carabina tiene que desaparecer de tu vista para que la segunda parte de una cita vaya bien. Si lo consigues, es que la otra parte contratante no es tan capullo como cabría parecer, así que ya podéis ir a tomar algo.

Luego tienes que elegir un bar neutral: fuimos a un local del centro de estilo generalista, de esos que empiezan metiendo muebles de IKEA, añaden un cuadro del Moulin Rouge, ponen un par de neones debajo de la barra y son la pesadilla de los decoradores y los epilépticos. Además, la música tenía que ser igualmente ecuánime: véase un 40 principales de fondo. Después de la tercera caña descubrimos algo en común: a mí me gustaba el britpop y a él el hardcore americano, así que los dos nos sangraban las orejas en ese lugar.

Continuará...

1 Response to "Solter@s (Vol. II)"

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Anónimo Says....

Si no tocas tetas por fuera antes de tocar por dentro no sientes ni de lejos el mismo placer. Las cosas hay que hacerlas bien...

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