24 de enero de 2011
Huele a ajo, Deivid
Eneas G. Ferri.
Ilustración: Ernesto Gomis.
Una vieja gloria de nuestro papel couché, Victoria Beckham, decía que no le gustaba España porque olía a ajo. No es que sea devoto de la 'Spice', pero algo de razón tenía, hay que reconocérselo.
Desde aquellas declaraciones, son muchas las veces que paseando por la calle he degustado el sabor mediterráneo. Raro es el plato que no lleve un ajito entre sus ingredientes y más en las cocinas típicas de bar. Después llega el olor a “fritanga” que descubre el mal funcionamiento del extractor de humos. Una vez acumulados todos, huele a España, porque aunque estemos muy acostumbrados, tras unos días fuera del país, a la vuelta se reconoce esa identidad. A veces, un poco de empatía no viene mal. Piensen en la pobre Victoria, con su respingona naricita acostumbrada a los mejores y más caros perfumes, que vaya paseando por la calle y de los bares le suelten tales guantazos de olores de mesa mediterránea. Claro, la pobre se agobia.
No estaría mal volver a ver a Beckham jugar en España. Un caballero siempre en los terrenos de juego. Pero todavía mejor sería que volviera Vicky a recorrer las tiendas, ya saben, para apaciguar un poco la crisis. Quizás con la Ley Antitabaco, no costaría demasiado convencerla. Ahora sólo habría que engañarla diciéndole que las discotecas no huelen a humo de tabaco, ni a fritanga, ni a ajo. Además, como la gente fuma en la calle, la acumulación de fumadores a las puertas de los bares haría de barrera para que los olores saliesen de donde no les corresponde estar y ella podría pasear tranquila.
Una vez convencida la 'Spice', faltaría convencer a otra mucha gente para evitar cargar la respingoneidad nasal de la señora de Beckham. Porque, pese a que no huela a ajo, empiezan a salir otros olores. ¿Han pasado por la puerta del servicio de una discoteca? ¿Han gozado del rastro hediondo del borracho de 110 kilos? ¿Han visto caer a la mujer o el hombre de sus sueños por un ligero hilo que sube de su sobaco de ninfa o Adonis? Y lo que es peor. ¿Saben la cantidad de flatulencias que se perdían entre el humo del tabaco y ahora luchan por sobrevivir entre la multitud?
Se han dado casos de salas de baile de pensionistas que han acabado danzando una balada como si sonase Ximo Bayo, ya saben, para despejar el ambiente. Lo siento mucho Victoria, pero yo prefería oler a ajo.
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