31 de diciembre de 2009
3D, los nuevos horizontes del cine
José Hernández / Murcia.
Dice James Cameron que 'Avatar' va a marcar un antes y un después en el mundo del cine. Sus avances en la tecnología 3D son sin duda remarcables: mientras las películas que se habían hecho hasta el momento contaban con apenas tres capas (primer plano, plano medio y fondo), la de Cameron tiene más de veinte, creando el efecto de un mundo real de carne y hueso. Hasta el momento, las películas que empleaban esta técnica se limitaban a sacarle partido con planos metidos con calzador donde un objeto salta de una capa a otra para producir el efecto de “salir de la pantalla”. Avatar, en cambio, emplea su tecnología de forma integral a la historia, para sumergirte de lleno en el planeta Pandora y darle mayor cuerpo y realidad a sus alienígenas, los na’vi, de forma que aumente la identificación del espectador con ellos.
Ahora la pregunta que se plantea es si Cameron tendrá razón. ¿Será este el nuevo paso del cine, como lo fue el color tras el blanco y negro? ¿O se quedará en una curiosidad más como la Smell-O-Vision?
Lo primero que necesita esta nueva tecnología para su difusión, aparte de librarse de las incomodísimas gafas, es el abaratamiento de los costes de producción. La cinta de Cameron ha costado más de 300 millones de dólares, una cifra que los estudios se pueden permitir solo puntualmente. Reduciendo los gastos se podrá aumentar el número de películas rodadas con esta técnica, y este será el camino para superar su segunda dificultad: hace falta desarrollar un lenguaje narrativo propio para este nuevo formato. Cada avance cinematográfico precisa de la exploración exhaustiva de sus posibilidades antes de poder extraer un conjunto de reglas que otorguen mayor significado a sus imágenes. El sonido, el color o el formato panorámico son tres ejemplos. En cada caso, el lenguaje empleado por el cineasta ha debido actualizarse para aprovechar al máximo las posibilidades expresivas del nuevo medio. Y esto es un terreno aún en pañales en las 3D, Avatar incluida.
Y aún así, sólo estamos hablando hasta ahora del desarrollo completo de la tecnología actual. ¿Hacia dónde se encamina esta nueva forma de hacer cine?
La respuesta puede hallarse en la evolución que ha seguido el cine históricamente. Los diversos avances visuales, sonoros o incluso narrativos han ido encaminados a reflejar el mundo real (o nuestra experiencia de él) de forma más ajustada. Así pues, el siguiente paso debería ser la inmersión total del espectador en la película. Es decir, un 3D que supere la barrera que hasta ahora ha sido básica en el cine, la de la pantalla. Conseguir que la película suceda a tu alrededor, aunque eso signifique verla varias veces porque te has perdido detalles a los que no prestabas atención.
Algo que dependerá de las intenciones del cineasta, claro, y para lo cual también será preciso desarrollar recursos propios al medio. Porque sin ellos, el cine pasaría a ser solamente el hermano bastardo de un parque de atracciones, todo experiencia pero nada de contenido. Ya vivimos actualmente una especie de fusión entre el videojuego y el cine, que ha convertido las películas de acción en poco más que un shoot-‘em-up en donde ni siquiera puedes controlar al protagonista. Un embrutecimiento que está ampliando cada vez más la brecha entre la opinión de los críticos y la del público.
Y sin embargo, de esta influencia también se puede sacar otra corriente creativa que puede acompañar en el futuro a la inmersión: la interactividad. Pero más que la de un juego de consola, donde solamente controlas un personaje, estoy pensando en los libros de Elige tu Propia Aventura (¡me encantaban de chaval!), en donde el espectador debe decidir hacia dónde se dirige el argumento de la película. Es algo que hasta ahora se ha probado tímidamente en algunas películas directas a DVD, pero que aún es impracticable en una sala de cine, no solo por motivos técnicos sino también porque la democracia y el arte son malos compañeros de viaje.
Sea cual sea el futuro del cine, deberá ir acompañado en su viaje por directores con visión artística que se comprometan con las nuevas evoluciones técnicas. Sin ellos, sin voces personales que permitan que el lenguaje cinematográfico evolucione al mismo tiempo que el espectáculo, el cine se podría convertir en un sucedáneo de fuegos artificiales que por el camino haya perdido su consideración de Séptimo Arte.
Dice James Cameron que 'Avatar' va a marcar un antes y un después en el mundo del cine. Sus avances en la tecnología 3D son sin duda remarcables: mientras las películas que se habían hecho hasta el momento contaban con apenas tres capas (primer plano, plano medio y fondo), la de Cameron tiene más de veinte, creando el efecto de un mundo real de carne y hueso. Hasta el momento, las películas que empleaban esta técnica se limitaban a sacarle partido con planos metidos con calzador donde un objeto salta de una capa a otra para producir el efecto de “salir de la pantalla”. Avatar, en cambio, emplea su tecnología de forma integral a la historia, para sumergirte de lleno en el planeta Pandora y darle mayor cuerpo y realidad a sus alienígenas, los na’vi, de forma que aumente la identificación del espectador con ellos.
Ahora la pregunta que se plantea es si Cameron tendrá razón. ¿Será este el nuevo paso del cine, como lo fue el color tras el blanco y negro? ¿O se quedará en una curiosidad más como la Smell-O-Vision?
Lo primero que necesita esta nueva tecnología para su difusión, aparte de librarse de las incomodísimas gafas, es el abaratamiento de los costes de producción. La cinta de Cameron ha costado más de 300 millones de dólares, una cifra que los estudios se pueden permitir solo puntualmente. Reduciendo los gastos se podrá aumentar el número de películas rodadas con esta técnica, y este será el camino para superar su segunda dificultad: hace falta desarrollar un lenguaje narrativo propio para este nuevo formato. Cada avance cinematográfico precisa de la exploración exhaustiva de sus posibilidades antes de poder extraer un conjunto de reglas que otorguen mayor significado a sus imágenes. El sonido, el color o el formato panorámico son tres ejemplos. En cada caso, el lenguaje empleado por el cineasta ha debido actualizarse para aprovechar al máximo las posibilidades expresivas del nuevo medio. Y esto es un terreno aún en pañales en las 3D, Avatar incluida.
Y aún así, sólo estamos hablando hasta ahora del desarrollo completo de la tecnología actual. ¿Hacia dónde se encamina esta nueva forma de hacer cine?
La respuesta puede hallarse en la evolución que ha seguido el cine históricamente. Los diversos avances visuales, sonoros o incluso narrativos han ido encaminados a reflejar el mundo real (o nuestra experiencia de él) de forma más ajustada. Así pues, el siguiente paso debería ser la inmersión total del espectador en la película. Es decir, un 3D que supere la barrera que hasta ahora ha sido básica en el cine, la de la pantalla. Conseguir que la película suceda a tu alrededor, aunque eso signifique verla varias veces porque te has perdido detalles a los que no prestabas atención.
Algo que dependerá de las intenciones del cineasta, claro, y para lo cual también será preciso desarrollar recursos propios al medio. Porque sin ellos, el cine pasaría a ser solamente el hermano bastardo de un parque de atracciones, todo experiencia pero nada de contenido. Ya vivimos actualmente una especie de fusión entre el videojuego y el cine, que ha convertido las películas de acción en poco más que un shoot-‘em-up en donde ni siquiera puedes controlar al protagonista. Un embrutecimiento que está ampliando cada vez más la brecha entre la opinión de los críticos y la del público.
Y sin embargo, de esta influencia también se puede sacar otra corriente creativa que puede acompañar en el futuro a la inmersión: la interactividad. Pero más que la de un juego de consola, donde solamente controlas un personaje, estoy pensando en los libros de Elige tu Propia Aventura (¡me encantaban de chaval!), en donde el espectador debe decidir hacia dónde se dirige el argumento de la película. Es algo que hasta ahora se ha probado tímidamente en algunas películas directas a DVD, pero que aún es impracticable en una sala de cine, no solo por motivos técnicos sino también porque la democracia y el arte son malos compañeros de viaje.
Sea cual sea el futuro del cine, deberá ir acompañado en su viaje por directores con visión artística que se comprometan con las nuevas evoluciones técnicas. Sin ellos, sin voces personales que permitan que el lenguaje cinematográfico evolucione al mismo tiempo que el espectáculo, el cine se podría convertir en un sucedáneo de fuegos artificiales que por el camino haya perdido su consideración de Séptimo Arte.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 Response to "3D, los nuevos horizontes del cine"
Me parece un artículo muy, muy bueno, digno de un grande de la crónica sobre el séptimo arte, incluso del séptimo de caballería si me apuras.
Lamentablemente(?), la razón por la que quizás no tengas muchos comentarios al pie de este artículo es que es demasiado elitista, y me atrevería a decir que es tan certero, tan bien esculpido y tan nítido que no admite más que halagos, y quizá también aplausos vacíos.
Hablando de cine (que no de la lluviaca-paca) llegarás lejos, si tú quieres...
Espero seguir aprendiendo.
Leave A Reply
Expresa todo lo que quieras