29 de octubre de 2009

Móviles

Héctor Rubio / Madrid.

Martín Cooper (Chicago, 1928) ha sido galardonado recientemente con el prestigioso y bien remunerado Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, junto al creador del e-mail Raymond Tomlinson.

Cooper hizo la primera llamada desde un móvil a un investigador rival en 1973, el tío tenía guasa. Me imagino la conversación:

- ¡Ring ring!
- Sí, ¿Quién es?
- Hola soy Cooper, te llamo desde un
teléfono móvil.
- ¡Cabrón! ¡¿Cómo lo has hecho?! Serás… ¿Y encima para qué
me llamas?
- ¡Muahahahaha!, para reirme en tu cara.

Hay que agradecer al señor Cooper el invento que ha revolucionado la era de las comunicaciones y que ha facilitado la vida de muchas personas.

Aunque no nos engañemos, con un teléfono móvil lo que menos hacemos es llamar. Lo que más se hace es mandar los mensajitos ultraabreviados o “sms” con los que nos estamos cargando ese precioso idioma llamado castellano y jugar a juegos sin sentido como ese segmento en movimiento que va creciendo poco a poco según se come puntitos esparcidos por la pantalla: la famosa serpiente de Nokia Connecting People.

¿Y cual era el incentivo para jugar? Bien, el proceso es el siguiente. Un amigo/a te pide el móvil y te dice: “Déjamelo que voy a jugar a la serpiente” (cuando en realidad quiere decir “Déjamelo que voy a cotillear tus sms”). Tú se lo dejas con toda tu buena fe y cuando te lo devuelve te das cuenta de que ha superado tu puntuación. No había cosa que jodiera más, así que te tiras horas y horas jugando hasta que superas su puntuación mientras que tu amigo/a se dedica a contar a tus otros amigos/as lo que ha cotilleado en tus sms.

Otro uso estratégico del móvil. Vas por la calle y ves que viene el típico vecino o ex compañero de instituto con el que sí, te hablabas de vez en cuando pero no es tu amigo del alma, ¿Qué haces? Agachas la cabeza y te pones a escribir un sms en el que o bien dices cosas sin sentido, o bien escribes lo que realmente piensas de él para desahogarte.

Si eso no funciona o el amigo o vecino es aun más pesado, el recurso es la llamada ficticia. Coges el teléfono y te lo pegas a la oreja más ancho que largo y simulas una conversación o simplemente asientes con la cabeza y dices “Ahá”, “Si” o alguna otra onomatopeya. Si se cruza contigo lo único que hay que hacer es un leve movimiento de cabeza en señal de saludo y listo, media hora de conversación insustancial que le has ganado al día

Por ese tiempo ganado y por todos los usos habidos y por haber de estos pequeños aparatitos que siempre están en nuestra compañía: Gracias Cooper.

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